jueves, 20 de septiembre de 2012

Este jueves, un relato: "Teatro, máscaras y apariencias"


Gusanitos, pipas, chicles y gominolas rodean a Pepe en su quiosco. Lleva al frente del negocio más de veinte años. Las madres le conceden su confianza y los hijos lo adoran. Siempre tiene un gesto amable con ellos, los conoce por sus nombres y les atiende con una enorme sonrisa que nunca se borra de su cara.
            Le encanta su trabajo. Abre todas las tardes y los fines de semana también por las mañanas, por lo que resulta extraño que hoy domingo, a la una, todavía esté cerrado. Los pequeños, cansados de esperar, empiezan a marcharse con la esperanza de que a las cinco se produzca la ansiada apertura. No es así. La jornada trascurre con la ausencia de Pepe y la incertidumbre de los vecinos por saber qué ha pasado.
            A la mañana siguiente, la radio y la televisión se hacen eco de una noticia que no deja indiferente a nadie:

“Un hombre de 49 años, que atiende a las iniciales J.P.G., fue detenido ayer, en un chalet a las afueras de la ciudad, como presunto autor de un delito de secuestro de menores. La policía encontró a dos niños, desaparecidos el pasado mes de julio, en un falso sótano situado bajo en edificio. El varón, que regenta un establecimiento de venta de frutos secos y gominolas en un conocido barrio de la capital, ha pasado a disposición judicial y está previsto que preste declaración a lo largo de la mañana”.

Nadie puede creer lo que dicen los medios de comunicación. Pepe, esa bellísima persona que llevaba tanto tiempo haciendo felices a los más pequeños, ha atentado gravemente contra la libertad de dos de ellos.
La zona no tarda en llenarse de periodistas ávidos de recoger testimonios y el quiosco, que hasta entonces repartía ilusiones, está lleno de pintadas en contra de su dueño. Los niños tendrán que buscar un nuevo lugar en el que comprar chucherías.

Más historias sobre teatro, máscaras y apariencias en el blog de Neogéminis

22 comentarios:

  1. Buscaran otro lugar, pero ya la confianza quedó resquebrajada,...

    Hoy te pusiste en cronista y se nota tu oficio!

    Muy bueno verte de nuevo, muchachita.

    besos

    ResponderEliminar
  2. Hola Cristina...lamentablemente, se trata de una historia que en nada se distancia de otras, reales e incomprensibles. Los pedófilos suelen tener una suerte de doble personalidad, se muestran afables y "respetables" hacia afuera, pero de puertas adentro sueltan sus demonios de la manera más despreciable!

    Nos has revelado una de las formas siniestras en que ciertas máscaras ocultan la verdadera personalidad de más de uno!

    un abrazo y gracias por sumarte!

    ResponderEliminar
  3. Uno de los aspectos más miserables de las máscaras. Atentar contra la libertad de otros (que encima son menores) y, de paso, destrozar un poco más, si cabe, la esperanza en la bondad del ser humano.

    Es triste y es real, sí. Pero quiero pensar que es "excepcional".

    Tu relato es una obra maestra de la escritura.

    Un beso

    ResponderEliminar
  4. Muy bueno tu relato Cristina, bien regresada a lo juevero, te aplaudo.
    El "hombre del saco", lobo con piel de cordero, infame escondido cometiendo el peor crimen, se le cayó la máscara y a la gente del barrio, y a los niños inocentes, !terrible! y cotidiano.
    Besito.

    ResponderEliminar
  5. Estremecedor tu relato Cristina por real. Varios de los casos que desgraciadamente inundan los noticiarios en los últimos tiempos indican que efectivamente mucha gente anda con la máscara muy desviada. No siempre se es lo que se aparenta. Muy bueno.

    Es agradable volver a encontrarte en los jueves. Las musas finalmente no te abandonaron como ha quedado demostrado.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  6. Nadie lo puede creer; pero estas cosas pasan con asiduidad, y nadie se lo puede creer. Hay gente que se pone la máscara tan bien puesta que nadie pensaría que tiene otra personalidad.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  7. Solo está detenido y acusado, habrá que esperar a oir sus argumentos, ¿no? Un beso guapa

    ResponderEliminar
  8. "Crónica de una mascara" Asi titulo yo tu trabajo.
    Mientras "el presunto" planea con tiempo sus argumentos,a los espectadores se nos revuelve el estomago.
    Beso chiquilla

    ResponderEliminar
  9. wommm !!!
    que sorprendida quede con el relato uuuff!!! creo que suele suceder en la vida real cuando menos lo esperamos y de la gente más querida y cercana

    ResponderEliminar
  10. Como la vida misma, nada es lo que parece y hay que tener a nuestros niños a buen recaudo.

    BESICOS.

    ResponderEliminar
  11. Y saber que estas cosas pasan de verdad, que quien menos te esperas te da lo sorpresa...
    Muy bien llevado, ¿qué? que han vuelto las musas en tropel, yo lo tuve claro les has dado muchas vacaciones y muy buenas, que los sepas...
    Me alegra tenerte de nuevo por aquí,
    Besos, wapa!!

    ResponderEliminar
  12. Felicidades por tu relato. Muy bueno y creo, que tambien muy real. No es la primera vez que salta a la palestra desalmandos así.

    Bss.

    ResponderEliminar
  13. E incluso podría estar basado en una historia real. También me gustó esta lectura a pesar de que refleja el lado oscuro del disfraz que oculta la parte más negativa y destructiva que todos llevamos dentro...

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  14. Buen relato Cris, buena historia y acorde con esas máscaras que ocultan maldad.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  15. La peor máscara es invisible. Es lo que me sugiere tu relato, que además es habitual, cuantas personas que son tan "cariñosas" con los niños realmente tienen finalidades abyectas.
    Acababa de conocer al quiosquero y me ha dado lástima que fuera así.
    Besos.

    ResponderEliminar
  16. La peor de las máscaras, aquella que se teje a base de fingida bondad. La pederastia suele estar ejercida por personas que aparentan ser excepcionales en bondad y gentileza.
    El peor de los crímenes, atentar contra la inocencia de los niños.
    Un abrazo, Cristina. Veo que la feria te ha sentado fenomenal.

    ResponderEliminar
  17. Qué tema elegiste Cristina, tan doloroso es pensar que haya degenerados así sueltos y niños inocentes que caen en sus trampas.
    Menos mal que en este caso pudo ser detenido a tiempo, antes de seguir haciendo más daño.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  18. Hola, Cristina.

    Me ha gustado mucho la estructura de tu relato. Lo he leido de tirón y, lamentablemente, ese tema de vez en cuando nos hiela la sangre. Y lo peor de todo es que las leyes andan flojas para ciertos delitos.

    Me alegra encontrarte de nuevo por los jueves. Yo también he faltado bastante por motivos personales, pero espero acudir con más asiduidad.

    Un fuerte abrazo.

    Lupe

    ResponderEliminar
  19. Hola Cristina, encantada de conocerte. Muy bueno tu relato, aunque de todas las máscaras, esta que narras es la peor, la que te pone enferma, porque para mí todo el que le hace daño a un niño, no merece perdón, ni del cielo, ni de la tierra. Por desgracia estas cosas son reales, no hace mucho ocurrió un caso muy parecido a tu relato, bastante cerca de donde vivo, y nos ha costado creerlo a todos, aunque esa persona sigua en prisión. Un besote.

    ResponderEliminar
  20. Hola Cris! Por fin de vuelta, qué bien!!!
    Tu relato muy duro pero muy bueno, esa es la peor máscara de todas, a mí es que cuando me tocan a los niñ@s me subleva.
    Genial por real y bien contado.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  21. Desgraciadamente los abusos de niños parece que siguen. De vez en cuando la policía descubre y detiene alguna red que trabaja en Internet. Por no hablar de los problemas de la Iglesia con los curas pederastas. Lo grave de esto es que probablemente sólo se descubra la punta del iceberg y el problema siga produciéndose bajo apariencias normales.

    Un beso

    ResponderEliminar
  22. Siempre el lobo se disfraza de cordero.
    Buen relato.
    Saludos
    ibso

    ResponderEliminar