Le prometió que cada vez que observara la luna llena se acordaría de él y de los bellos momentos vividos juntos.
Todos los meses espera ansiosa la noche en la que el astro se muestra en su máximo esplendor para rememorar en su mente lugares, palabras, besos, abrazos, promesas hechas antaño que nunca llegaron a cumplir.
En realidad, no necesita aguardar al plenilunio para pensar en él, pues lo hace con frecuencia, pero se trata de una imagen llena de magia que contemplaron juntos en más de una ocasión. La luna, redonda, iluminando sus manos entrelazadas y sus rostros sonrientes cómo si aún no hubiese anochecido, testigo mudo de sus encuentros estivales.
Dicen que el amor de verano es intenso pero frugal. Ella, en cambio, no lo sintió así. Aún hoy, a pesar de la distancia, se imagina con él mientras sus ojos se clavan en el cielo en busca de algo que aún los mantiene unidos, esa luna que nunca la abandonará.
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