Una pizza a cuatro besos
Cuando Diana comenzaba a
desesperarse, un watshapp la sorprendió, despertándole de nuevo la ilusión. “Te
doy una cita. Una que no podrás olvidar. Este sábado, cuando la pizzería
cierre, te estaré esperando dentro. Nos vemos”.
Llegó la noche
que tanto ansiaba. Estuvo rondando por la pizzería hasta comprobar que alguien
cerraba la puerta desde dentro. Era él. Se acercó, dio un par de toques con los
nudillos y Lucas salió a recibirla. Se saludaron y pasaron dentro. Había
preparado una mesa preciosa, que nada tenía que envidiar a las de las citas que
salen en las películas de amor.
“Siéntate.
Si realmente quieres que tengamos esta cita, debes de atajar mis normas, de lo
contrario, aún estás a tiempo de salir por esa puerta”, dijo Lucas. Diana, ya
que había llegado hasta allí, no podía desperdiciar la oportunidad, y aceptó.
“De acuerdo, así lo haré”.
El
joven entró a la cocina y salió de ella con una pizza que tenía un aspecto más
que apetecible. “Esta es mi especialidad, la cuatro quesos. Voy a proponerte un
juego. Como ves, esta pizza posee cuatro tipos distintos de queso. Te reto a
que los probemos, deleitándonos, juntos, con su rico sabor. Empezaremos por el
queso mozzarella. Se trata de un queso suave, ligero, que a penas se percibe,
pero tan importante cómo los demás. Igual que un pico. Un beso que casi no se
nota, pero que te puede llegar a estremecer. Toma, prueba”. Y dirigiendo el
tenedor hacia la boca de la joven, le dio a tomar un trozo de pizza al que le
sucedió un pequeño beso en la comisura de los labios.
-“Delicioso
¿verdad? ¿Quieres que continuemos?”
-“Por
supuesto”.
“El
siguiente queso del que se compone mi pizza es el gouda. Éste tiene un saber
algo más pronunciado, lo bastante para gustar a todos, incluso a los que no son
muy amantes de este lácteo ingrediente. A mí me recuerda al primer beso que se
da una pareja. Ese que se disfruta lentamente, sin prisa, saboreando cada
momento. ¿Quieres?”. Diana se derretía por dentro tanto o más que los quesos de
aquella pizza, intuyendo cómo podía continuar la cita. De nuevo probaron un
trozo y Lucas se acercó dándole un beso tal y como el de su descripción.
“¿Y
esos coloretes? ¿Tienes calor? Te advierto que la temperatura va a seguir
subiendo. Nos toca el queso azul. Intenso, de sabor fuerte, difícil de olvidar,
cuyo gusto permanece durante largo rato. ¿A que beso te recuerda? ¿A uno de
tornillo tal vez? Acércate. Voy a poner un trozo en mi boca. Quiero que lo
disfrutemos juntos”.
Diana
se sentía la mujer más dichosa de la tierra. El hombre que tanto la atraía le
había preparado una cita llena de besos.
“Lo
siento, hemos llegado al último de los quesos y quien sabe si con él también al
último de nuestros besos. El rulo de cabra. Este tipo de queso es diferente.
Tiene un sabor que no sabría explicarte, pero que hace que la pizza quede
redonda al conjugarse con los demás. A mí, es el que más me gusta”. Diana,
movida por un irrefrenable impulso, se abalanzó sobre Lucas y se dejó hacer
durante unos intensos minutos llenos de pasión. Disfrutó cada caricia, cada
abrazo, cada beso. Era el momento de dejarse llevar. Tal vez no volvería a
tener una cita, o puede que fuera la primera de muchas. En cualquier caso,
estaba experimentando sensaciones que nunca pensaba alcanzar.
Cuando
terminaron, abrazados, desnudos sobre el suelo de la pizzería, se miraron a los
ojos y supieron que lo de aquella noche iba más allá de la pasión de un
instante. Al menos, tendrían que repetir un sábado más para probar la siguiente
pizza de la carta.