jueves, 29 de noviembre de 2012

Este jueves, un relato: "A la luz de una vela"



La película se encontraba en el momento más interesante, justo cuando el asesino se acerca a la protagonista portando un cuchillo en la mano. La noche acompañaba a la escena. El viento soplaba con fuerza y la lluvia golpeaba los cristales generando un ruido que le resultaba desagradable, lo que la llevó a subir el volumen del televisor. Tumbada en el sofá, rodeada por una enorme manta de lana y con un cuenco de palomitas en las manos, disfrutaba de su particular sesión cinematográfica.
            De repente, oyó una especie de chispazo y se fue la luz. Al principio pensó que volvería en seguida y apenas le dio importancia, en unos minutos seguiría viendo la peli como si nada hubiera pasado. Sin embargo, la oscuridad y el incesante ruido de la tormenta empezaron a ponerla nerviosa.
            Recordó aquellas noches en la casa del pueblo, cuando cada vez que el viento soplaba un poco más fuerte de lo normal se quedaban sin suministro eléctrico durante horas. Entonces, encendían una vela que ponían en medio de la mesa para alumbrarse y se entretenían contando chistes e historias de miedo.
Sintió añoranza, melancolía mezclada con angustia e incertidumbre que crecían conforme avanzaban las agujas del reloj. La situación era incómoda, llevaba pocas semanas en el piso, no tenía velas y por supuesto ni hablar de una linterna o algo parecido. Por eso, decidió quedarse donde estaba e intentar dormir, aunque dudaba que pudiera hacerlo. No dejaba de revolverse de un lado para otro y cada vez que lo hacía notaba como se escurría la manta. Definitivamente estaba desesperada, o volvía la luz o acabaría perdiendo la paciencia por completo.
            Lo que si perdió fue la noción del tiempo. El volumen del televisor y la luz de la lámpara la despertaron. Un momento. ¿Se había quedado dormida? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que oyó el chispazo? Miró el reloj, no entendía nada pero aún tenía la oportunidad de ver el final de la película.
Más historias a la luz de una vela en el blog de Encari

martes, 27 de noviembre de 2012

Le faltaba un ladrillo



Se detuvo y miró a su alrededor. ¡Las cosas habían cambiado tanto en los últimos años! El paisaje de la ciudad continuaba repleto de grandes edificios y los coches no dejaban de transitar por las carreteras formando grandes atascos en las consideradas horas punta. A pesar de ello, había una cosa que echaba en falta, algo con lo que se entretenía en aquellas interminables mañanas de jubilado y que, de un tiempo a esta parte, había terminado por desaparecer. No, no era el café con los amigos en el bar, ni la lectura sosegada del periódico, ni siquiera el ruido de los niños de la pareja que hasta hace poco habían sido sus vecinos. Llevaba meses pateándose distintos barrios en busca de su objetivo, pero nada, ni rastro, lo más parecido que encontró fueron algunos edificios a medio hacer, en las afueras, que no tenían pinta de ser terminados a corto plazo. Lo que añoraba, y nunca pensó que llegara a hacerlo, era contemplar obras, mientras más grandes y faraónicas, mejor. ¡Pues vaya con la crisis del ladrillo! Pensó. Y ahora ¿en qué me entretengo yo?

jueves, 22 de noviembre de 2012

Este jueves, un relato: "Arte en paralelo"



Hoy, Gastón nos propone que hablemos de nuestro arte paralelo, o lo que es lo mismo, de aquella afición o virtud que tenemos y nos gusta desarrollar además de escribir. Pensándolo bien, creo que el mío debe andar bastante oculto ya que, de momento, no lo he encontrado.
            Me encantan los deportes, aunque tengo que conformarme con ser mera espectadora, ya que nunca han sido lo mío. Eso si, disfruto mucho viendo las competiciones, especialmente la liga española de fútbol y los partidos de mi querido Atlético de Madrid, aunque para hablar de esto necesitaría otra entrada de blog.
            Cuando era pequeña, mis padres intentaron que aprendiera a tocar el piano, pero yo no estaba muy por la labor. Más tarde, sin embargo, decidí apuntarme a clases de guitarra. El problema es que la paciencia no es precisamente mi mayor virtud y yo quería ver los resultados al instante, por lo que terminé cansándome también de ese instrumento. Dejando la música a un lado, del baile mejor ni hablar, pues como se dice normalmente, parezco un pato mareao. Ahora bien, tengo que decir que, a pesar de todo, yo siempre me apuntaba a las clases extraescolares que surgían, desde las de baile, hasta las de mecanografía, pasando por el coro y el teatro. Este último no se me daba mal del todo, las cosas como son, y me lo pasaba pipa tanto en los ensayos como en las actuaciones.
            Digamos que yo en principio me apunto a un bombardeo, el caso es que éste se adapte a mí. Y luego está, como he dicho antes, el factor paciencia, una virtud de la que si que me gustaría disponer, puesto que me permitiría aprender más cosas. Y es que, sentarme durante un largo rato a hacer alguna tarea que requiera una gran concentración (se me ocurre la costura o un puzle complicado) me cuesta bastante trabajo. Eso si, para escribir no me sucede lo mismo, y no me importa dedicar el tiempo necesario hasta tener el texto preparado.
            Otra afición que me gusta y me resulta amena y entretenida es la fotografía. De hecho, mi cámara es uno de los regalos recibidos que más uso y siempre me acompaña a cualquier viaje, reunión familiar, fiesta o sarao.
            ¡Ah! ¡Que casi se me olvida! Un “arte paralelo” que tengo, si es que se le puede llamar así, es el don para meter el mayor número de objetos posible en un lugar, me explico, comida en un carrito de la compra, ropa en una maleta o libros en una caja, por citar algunos ejemplos. Un don del que puede dar fe mi madre, ya que se beneficia de él cuando la acompaño al supermercado. Y es que, todos tenemos alguna “virtud” o “talento” oculto. ;-)

Conoce otros artes paralelos en casa de Gastón

jueves, 8 de noviembre de 2012

Este jueves, un relato: "Volvemos en 6 minutos..."




La tele ya no es lo que era. Antes, cuando solo había un canal, no quedaba más remedio que amoldarse a la programación que éste ofrecía. Ahora, en cambio, la oferta en teoría es mucho más amplia, y digo en teoría porque, a pesar de existir decenas de canales, hay veces en las que n o encuentras nada interesante que ver en ninguno de ellos.
            Con el paso de los años, la parrilla televisiva ha pasado de primar los contenidos informativos a dar más valor a los de entretenimiento y diversión, cuando, en realidad, lo ideal sería un compendio de ambas tendencias. Y es que, ya lo decían mis profesores de la facultad, las funciones de la televisión son tres: informar, educar y entretener.
            Los informativos mantienen su lugar en las principales franjas horarias del día, aunque también han variado sus contenidos o al menos eso parece, ya que da la sensación de que redundan especialmente en las noticias negativas. Además, las cadenas aprovechan estos espacios para hacer autopromoción (a lo que yo llamaría más bien autobombo) vamos, publicidad pura y dura. También se hace mucho hincapié en los deportes (léase fútbol) y en la información meteorológica). Y no quiero mencionar ninguna cadena en concreto, pero hay más de una y más de dos en las que la objetividad (principal característica que debe buscar el periodismo) brilla por su ausencia.
            Pero no todo es negativo en lo que a espacios y programas informativos se refiere, y últimamente destacan y proliferan aquellos basados en reportajes de actualidad en los que el reportero juega un papel fundamental. A modo de ejemplo citaré unos cuantos como 75 minutos, Callejeros, Comando Actualidad y 21 días.
            Los documentales de La 2 siguen estando ahí, a pesar de que todo el mundo dice que los ve y después nunca aparecen entre los programas más vistos del día, algo que resulta, cuanto menos, sospechoso.
También se mantienen las telenovelas y los concursos, estos últimos cada vez más demandados por la actual crisis económica. Y si no que se lo digan a los de Atrapa un millón, que no dejan de recibir solicitudes de personas con ganas de probar suerte como concursantes. Un clásico de este campo es Saber y Ganar, al que se unen otros como La Ruleta de la Suerte, Ahora caigo y Pasapalabra. Eso si, algunos ya se basan más en el factor suerte que en los conocimientos culturales, como el surgido recientemente y que lleva por nombre Lo sabe no lo sabe. Aunque para concursos, yo me quedo con los de antes, entre ellos el mítico Un, dos, tres, El precio justo y El juego de la oca, que lograban reunir a familias enteras frente al televisor pendientes del premio que se llevarían finalmente los concursantes.
En la década de los 90, Gran Hermano abrió la puerta de los reality show. La primera edición fue todo un boom televisivo en lo que a espectadores se refiere y, de hecho, el programa ha superado ya la docena de ediciones. Junto a él hay que destacar Operación Triunfo. ¿Quién no se acuerda de Rosa de España, Bisbal, Chenoa y Bustamante? Después se han ido sucediendo muchos programas de este tipo, entre ellos Supervivientes, El Bus, Fama a bailar y el Curso del 63. No cabe duda de que este formato tiene algo que engancha al telespectador y de ahí su uso repetitivo y reiterado en multitud de ocasiones.
Lo que nunca falla es el cine, especialmente los sábados y domingos por la tarde, y las series, tanto nacionales como extranjeras, sin olvidar las retrasmisiones deportivas, sobre todo los grandes partidos de fútbol, que son los que más audiencia generan. ¿Quién no vio, por ejemplo, la final del Mundial? Por no hablar de los clásicos entre Real Madrid y Barcelona que suscitan el interés de una amplia parte de la población.
Los tiempos cambian, y con ellos también lo hace la televisión tratando de adaptarse a la demanda de la población. De lo que se trata es de ir eliminando poco a poco de la parrilla la denominada “telebasura, esos programas vacios de contenido cultural que se basan en la vida privada de la gente cuestionando sus decisiones personales y violando, en muchas ocasiones, los derechos al honor y la intimidad, ya que hay ciertos límites que no se deben rebasar nunca y no todo vale para entretener al espectador.
Más historias y relatos sobre la televisión en seis minutos en casa de ... Juliano el Apostata