jueves, 31 de enero de 2013

Este jueves un relato: "Hablar escribiendo"




Desde que dejaron la relación, escribirle -bien sea mensajes de texto, correos electrónicos, privados en las redes sociales e incluso alguna que otra carta- le sirve para seguir en contacto con él de alguna manera. Necesita contarle cómo se siente, qué tal le ha ido el fin de semana, si ha realizado alguna actividad extraordinaria o simplemente desearle buenos días o buenas noches.
            No espera contestación, de hecho, en la mayoría de las ocasiones no la obtiene, le basta con saber que las letras que redacta llegan a su destinatario y en esto las nuevas tecnologías juegan un papel fundamental.
            Sabe que, en cierto sentido, es como hablar con la pared. Emitir mensajes que no reciben respuesta puede resultar absurdo para muchos, pero a ella le sirve para desahogarse y soltar lo que lleva dentro. Ya a penas se ven y tampoco hablan por teléfono, por lo que solo le queda el recurso de la escritura para trasladarle sus pensamientos e inquietudes.
            Y es que, aún hoy, pasados unos meses de la ruptura, desearía retomar la relación y que todo volviera a ser como antes, así, no tendría que tirar de bolígrafo, ordenador o móvil para “hablar” con él y podrían charlar en persona tantas veces como quisieran. Mientras tanto, inmersa en sus deseos, saca un par de folios del cajón de la mesa del despacho y la pluma que él le regaló para su cumpleaños y comienza una nueva carta.
Más relatos sobre "Hablar escribiendo" en el blog de Rossina

martes, 22 de enero de 2013




“En Jaén donde resido con pipirrana y olivos”
Se celebrará el  IV ENCUENTRO JUEVERO
durante los días 15,16 y 17 de marzo de 2013               

El plazo para inscribirse en el  encuentro está abierto hasta el domingo 27 de enero.
Estamos preparando todos los detalles; desde el Hotel hasta la diversión, para que solo os preocupéis de traer vuestra persona y un texto sobre el tema de LA BELLEZA
Ya sabéis, tenéis una cita  en Jaén.  ¡Os esperamos!

miércoles, 16 de enero de 2013

Este jueves, un relato: "El árbol del ahorcado"





¿Cómo he dado lugar a terminar así? Nadie me comprendía cuando aseguraba estar enfermo. Nadie supo entender que no era yo el que cometía aquellos terribles crímenes, que algo que ni yo mismo sé explicar se apoderaba de mi mente y hacía que me transformara en el ser más despreciable que se pueda imaginar.
            He de reconocer que disfrutaba con el dolor de mis víctimas. Sus gritos desgarradores y el calor de la sangre manando de sus indefensos cuerpos me producían una sensación tan placentera que me llevaba al éxtasis. Recuerdo cada instante y se me ponen  los pelos de punta.
            Tener el futuro de una persona en tus manos, ver cómo te suplica que no la mates, notar su miedo en cada respiración entrecortada, en cada sollozo y saber que sólo tú conoces su final es, sencillamente, una delicia.
            Antes de matarlos me entretenía con ellos, haciéndoles ver que si acertaban una serie de preguntas les perdonaría la vida. También les hacía pequeños cortes por todo el cuerpo para deleitarme con los diversos recorridos de la sangre. Además, si eran mujeres, las violaba, y esto ya era el disfrute máximo. No podéis haceros a la idea de lo que gozaba, nada que ver con una experiencia sexual al uso.
            Después de aquellos momentos de intimidad con las víctimas, llegaba la hora de matarlas. A veces las asfixiaba, otras les daba un golpe en la cabeza o les cortaba la yugular. Me gustaba variar la ejecución, pues llevar a cabo siempre la misma, me aburría sobremanera. Por último, dejaba los cuerpos en medio del campo, en lugares visibles para que los encontraran al día siguiente. No me preocupaba de esconderlos, pues nunca tuve miedo a las consecuencias de mis actos.
            Lo peor de todo sucedía cuando llegaban los momentos de lucidez y con ellos los remordimientos. La última vez fueron tan fuertes que por eso terminé así. Un final que jamás habría imaginado pero, ya ves, después de todo uno también tiene su corazoncito ¿no?
Conoce más historias sobre "El árbol del ahorcado" en el blog de Luis Bernardo

jueves, 10 de enero de 2013

Este jueves, un relato: nuestros mayores



La Residencia de Mayores Luz del Mar llevaba meses con una habitación disponible y sin recibir ni una sola solicitud de ingreso. La directora del centro no se lo podía creer, normalmente había lista de espera de entorno a medio año, mientras que ahora nadie parecía interesado en internar allí a sus familiares. La atención a los residentes seguía siendo la misma y el precio cada vez más económico. Entonces, ¿cuál podía ser la causa de que no llegaran ancianos?
            Pasaron los meses y con ellos se incrementó el número de camas vacías. Lo más llamativo es que no se trataba solo de defunciones, sino también de personas que se marchaban a vivir a casa de sus hijos. Definitivamente, algo estaba cambiando.
            Al cabo de un año, la residencia se encontraba al 50 por ciento de su capacidad y el negocio empezaba a dejar de ser rentable. Para entonces, otros centros de la ciudad ya habían cerrado sus puertas y algunos estaban a punto de hacerlo debido a la escasez de internos. Incluso la prensa se hizo eco de una situación que terminó por convertirse en noticia. El número de residencias disminuía en todo el país de una manera vertiginosa sin que sus trabajadores se percataran de la realidad ¿Qué estaba sucediendo?
            La presencia de abuelos paseando con sus hijos y nietos por los parques y la proliferación de hogares del jubilado y otros centros de diversión para los mayores, pasaron a ser la nota predominante de las grandes ciudades. Los ancianos disfrutaban de la compañía de sus familiares y, lo más importante, de la calidez del hogar. Un espíritu había invadido poco a poco cada rincón del país, un sentimiento de unidad, de respeto y admiración a los mayores y de cariño y amor hacia ellos. Ya no eran considerados una carga o un estorbo para el desarrollo de las tareas de la vida cotidiana, al contrario, pasaron a volver a ser el punto de referencia de la familia, tal y como sucediera antaño. Ya nadie quería que sus padres vivieran lejos y bajo el cuidado de personas desconocidas, por lo que la existencia de residencias de la tercera edad, salvo contadas excepciones, prácticamente, dejó de ser necesaria. Ese espíritu, que nunca debió desaparecer, había regresado con más fuerza que nunca.

Más historias y homenajes a nuestros mayores en el blog de Gustavo