jueves, 26 de junio de 2014

Este jueves, un relato: "escenas de playa"





Una vez más, se despierta sobresaltada. Hay una imagen que no puede quitarse de la cabeza desde que su hijo le enseñó aquella inquietante fotografía en el teléfono móvil. Pedro es guardia civil y trabaja en la costa de Almería. Por su profesión, está acostumbrado a ver de todo. Ella, en cambio, no es tan fuerte cómo para lograr que ese tipo de situaciones no le afecten.

Solo vio la imagen unos segundos, los suficientes para que se acomodara en su mente y perturbara sus pensamientos. ¿Quién sería esa persona? Se preguntaba. ¿Qué edad tendría? ¿Andaría metido en algo ‘raro’? Puede que perteneciera a alguna mafia o tal vez se dedicara al tráfico de drogas. Su muerte quizás se debió a un ajuste de cuentas.

Le parece raro que la prensa no se haya hecho eco de la noticia todavía. ¿A caso aparecen cadáveres envueltos a la orilla de la playa todos los días? En la foto se aprecia un cuerpo perfectamente envuelto en una tela blanca, que se amolda a su silueta con grandes tiras de cinta adhesiva negra. Es un paquete hecho a conciencia.

Piensa en la macabra imagen con la que se abran topado los agentes una vez despojado el bulto de las capas que lo cubren. ¿En que grado de descomposición estará? ¿Será posible su identificación? Debe tener muy mal aspecto. ¡Que horror!

            Continúa inmersa en sus elucubraciones sobre las causas de aquella muerte, cuando intenta ponerse en la piel de la muchacha que avisó a la Policía. Pedro le había contado que iba con su perro por el paseo marítimo, de buena la mañana, cuando vio un extraño bulto al fondo de playa, cerca del agua. Movida por la curiosidad, la joven se acercó comprobando que se trataba de un cadáver. Eso es, al menos, lo que dijo en su primera declaración ante los agentes. ¡Pobrecilla! ¡Menudo mal rato tuvo que pasar!

            Tras unas cuantas noches sin dormir, Pedro sorprende a su madre con una noticia que la deja en shock. Los compañeros que investigan el caso acaban de detener a la joven que comunicó el macabro hallazgo por serias sospechas de su implicación en un asesinato. ¡Y pensar que sentía lástima por ella…!

Más escenas de playa en el blog de Chelo  

martes, 17 de junio de 2014

La verdadera amistad


Con la aparición de las nuevas tecnologías son muchos los que presumen de tener centenares de amigos por el mero hecho de poseer un gran número de contactos en las redes sociales (léase tuenti, twitter y facebook entre otras). La mayoría de las veces, se trata de personas conocidas con quienes a penas intercambian unas palabras o incluso gente a la que han conocido a través de internet. ¿A esto lo llaman amistad?

Os propongo un juego: analizar vuestra lista de “ciberamigos” a fin de encontrar quienes son realmente los verdaderos.

Primero, seleccionad aquellos con quienes habéis estado de fiesta alguna vez o habéis mantenido una conversación de más de diez minutos sobre temas que van más allá del tiempo o la actualidad.

¿Habéis reducido vuestra lista? Pues continuemos.



 
Ahora, comprobad de cuántos de los que quedan tenéis su número de teléfono personal. Van quedando menos ¿verdad?

No os desaniméis. En materia de amistad vale más la calidad que la cantidad.

Por último, la prueba de fuego. Quedaros con los que han permanecido a vuestro lado en los momentos difíciles, cuándo necesitabais aliento y fuerzas para continuar. Quienes conocen detalles importantes de vuestra vida. Los que no han faltado a vuestros cumpleaños y otro tipo de celebraciones especiales. En definitiva,  aquellos que sabéis que siempre van a estar ahí y con los que estáis seguros que podéis contar en cualquier momento aunque vivan lejos y no los veáis con la frecuencia deseada.

¿Con cuántos amigos verdaderos contáis?

Supongo que os sobra con los dedos de una mano para contarlos, unos cuantos de la otra a lo sumo.

La amistad es un precioso regalo difícil de alcanzar pero que, una vez conseguido, es capaz de permanecer inalterable a pesar de la distancia y el paso del tiempo.

Desde aquí, quiero hacer una mención especial a quienes considero mis verdaderas amigas: Ana, María, Bea y Estefanía. Claro que tengo muchas más, y también amigos, pero estas cuatro son especiales, han caminado conmigo desde que era pequeña y son con las que más confianza tengo y más momentos de todo tipo he compartido. Me siento muy orgullosa de ellas y sé que han estado, están y estarán siempre ahí. ¡Va por vosotras, AMIGAS! ¡Sois muy grandes!    


 

martes, 10 de junio de 2014

El atolladero




Vivo en un lugar privilegiado. Nunca me aburro. Desde mi escondite observo a todos aquellos que se adentran en el bosque sin saber con qué se van a encontrar. Este sitio es oscuro, siniestro, con un halo de misterio que sobrecoge a cualquiera. A cualquiera menos a mí, que estoy más que acostumbrado a frecuentar  estas tierras.

            Lo que más me gusta es el laberinto. Quienes caen en él, no suelen contarlo. Una vez que pisan su árido suelo, comienzan a escuchar ruidos extraños, teniendo la sensación de ser perseguidos durante todo el recorrido. Notan que alguien roza su piel y el bello se les eriza. A esto hay que unir la sensación de pánico, nerviosismo y terror de la que les es imposible deshacerse.

            Orientarse en medio de la oscuridad es realmente difícil. Las víctimas del laberinto, a las que yo no dudo en asustar con mis peculiares maullidos, dan vueltas sin cesar, movidos por impulsos de procedencia desconocida. Poco a poco, la desesperación se apodera de ellos por completo y los envuelve en una locura que nunca pensaron padecer. Gritan, pero nadie los oye; corren, sin dirección; maldicen el momento en que decidieron vivir esa aventura.

            Finalmente, llega el desenlace. La mayoría mueren por un ataque al corazón, otros debido a fuertes brotes psicóticos insoportables para el cuerpo humano. Los más fuertes, fallecen por cansancio e inanición. Pero nadie, ni tan siquiera uno de ellos, logra salir del laberinto.

            Os dejo, ha caído la última víctima, llega la hora repartirnos este rico manjar. Y es que, aquí, nunca nos falta el alimento. ¡Me encanta la carne humana! 

jueves, 5 de junio de 2014

Este jueves, un relato: "mundo laboral"



El suyo no es un trabajo común. Lo ejerce por cuenta propia, sin jefe, contrato, seguridad social ni horario establecido. Normalmente, solo se permite la noche para descansar.

No conoce el derecho a huelga, los festivos o días de asuntos propios. No dispone de oficina ni sitio fijo en el que desarrollar su labor.

El salario que obtiene no depende solo de la cantidad de horas que trabaja, sino también de la generosidad de aquellos a los que va dedicado su tiempo y empeño.

Siempre le acompañan una sonrisa en la boca, un puñado de papeles en el bolsillo, palabras sinceras y su herramienta de trabajo. Nunca se separa de ella, pues la necesita para conseguir dinero de la manera más honrada que conoce: haciendo aquello que mejor sabe hacer.

La música es su gran pasión. Jamás pisó el conservatorio, ni siquiera dio clases de solfeo, todo lo que toca con su preciada guitarra lo aprendió de manos de su padre, quien le dejó como única herencia ese bello instrumento de cuerda.

Juntos recorren, cada día, las principales estaciones de metro de la ciudad. Deambulan de un vagón a otro, incansables, a la espera de una mirada cómplice y unas cuantas monedas. A veces lo consiguen, otras sufren desaire e ingratitud. La vida bajo tierra no es fácil, pero sabe que, a la salida, le aguarda algo aún peor.

Más historias sobre el trabajo en el blog de Encarni