jueves, 23 de febrero de 2012

Este jueves, un relato: Me ocurrió algo extraordinario



Todo empezó como una locura de juventud. Ese día trazamos un plan que de salir bien nos llevaría a vivir una noche inolvidable. Aún recuerdo cómo pasamos la semana previa pensando la manera de conseguir nuestro propósito sin ser “cazados”, aunque finalmente dejamos paso a la improvisación.
            Viernes por la tarde. Mi amiga Inma y yo en mi habitación del colegio mayor buscando modelito para la ocasión. “Tú déjate asesorar por mí”, me dijo, y así lo hice. Una cita de aquellas características se merecía que ella, una de las chicas con más estilo y clase del colegio, me aconsejara. Después de mucho rebuscar en el armario, tanto en el mío como en el suyo, elegimos un pantalón y una camiseta negros acompañados por pendientes y otros complementos de color verde que alegraban el conjunto. Como toque estrella una sesión de maquillaje iba incluida en el lote y, como no, un bolso de fiesta y un abrigo, también negro. “Así vas genial”, me comentó, “guapa pero sin llamar la atención”. Y es que debíamos de ir bien arreglados pero a la vez intentando pasar desapercibidos.
            El momento se acercaba y he de reconocer que los nervios se apoderaron un poco de mí. Pensé en qué pasaría si el plan no salía bien, aunque enseguida deseché esa opción, no sé porque, pero estaba convencida de que todo saldría bien.
            Me dirigí hacia el lugar en el que había quedado con mis amigos de la Facultad. Los cuatro fuimos muy puntuales, no había tiempo que perder. Nos montamos en el coche de Marisol y pensamos “¡Que sea lo que Dios quiera!”. Entre todos decidimos que sería mejor intentar entrar por el parking, simplemente había que tener suerte y que nadie nos pidiera entrada ni acreditación alguna. A partir de ahí, todo debía ir sobre ruedas. Y así fue.
            Cuando llegamos al Palacio de Congresos de Madrid y vimos la alfombra roja, la gente esperando en la calle a ambos lado y la nube de periodistas, nos dimos cuenta de a dónde íbamos en realidad y surgieron las dudas sobre si alcanzaríamos nuestra meta. Pero nada nos paró. Entramos al parking como si tal cosa y, una vez aparcado el coche, cogimos el ascensor para subir a la planta principal.  ¡Objetivo conseguido! Ya estábamos dentro y nadie nos había llamado la atención.
            Como todavía era pronto, nos colocamos detrás de los periodistas para ver entrar a los actores más aclamados del momento. A la hora de ver la gala creímos que lo mejor era esperar a que casi todo el mundo estuviera acomodado en sus asientos para intentar conseguir unas cuantas butacas en las que situarnos. La gala transcurrió sobre ruedas. En los descansos salíamos a los pasillos para cotillear un poco. En aquel entonces TVE todavía tenía anuncios y como era una ceremonia retransmitida en directo por televisión, había que hacer paradas de vez en cuando. Recuerdo que al final, incluso nos bajamos al patio de butacas. Ya no teníamos miedo a que nos echaran de allí y nos sentíamos en nuestra salsa.
            Después llegó lo mejor, la copa en la que los actores celebraban sus éxitos. Nosotros, como si tal cosa, nos hicimos fotos con algunos de ellos, como con Héctor Alterio, que había recibido un premio honorífico a toda su carrera y que fue la mar de simpático. A esas horas ya había hambre y el ágape fue bien agradecido por nuestros estómagos, al igual que los cócteles y las copas de después.
            Esa noche dormimos felices, con la satisfacción de haber conseguido nuestro objetivo, “colarnos” en la Gala de los Goya y sentirnos como estrellas de cine en medio de verdaderos profesionales del gremio. Aquella locura de juventud se hizo realidad y aún hoy la recordamos con muchísimo cariño.

lunes, 20 de febrero de 2012

Lunes al sol...

Esta mañana no ha sonado el despertador. Es lunes, si, pero no tengo prisa para levantarme. Por desgracia, al igual que otros cinco millones de españoles, no tengo un puesto de trabajo en el que me esperen para desempeñar mi labor profesional. Mi último contrato, esta vez de cinco meses, terminó el viernes, y ahora estoy en la empresa más grande del país, el INEM, bueno, que ya ni siquiera se llama así, ahora es el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal), aunque eso es lo de menos.
            En un día como hoy, una se pregunta hasta cuando durará esta situación y lo peor de todo es que nadie sabe la respuesta. También sientes rabia por haber estudiado una carrera universitaria de cinco años para labrarte un buen futuro y ver que, al menos en la actualidad, te sirve de bien poco. Aunque por otro lado tampoco me puedo quejar, ya que hay mucha gente que lo está pasando bastante peor que yo. Parados de larga duración que tienen una familia que mantener y una hipoteca y otros gastos que pagar y que a duras penas llegan a fin de mes. ¡Estos si que tienen motivos para preocuparse y no yo! Pero claro, es inevitable sentirse mal igualmente, puesto que a nadie le gusta estar en casa sin nada que hacer en lugar de trabajar. Y es que, el trabajo dignifica y, además, te hace sentir útil.
            Pero tampoco quiero ponerme triste ni nada de eso. Hoy no ha sido un día fácil, está claro, pero ahora tengo que actualizar mi curriculum vitae y volver a enviarlo a todas partes para probar suerte. Mientras, trataré de aprovechar el tiempo libre para escribir y hacer cosas interesantes. No se exactamente el que, pero tranquilos, que ya se me ocurrirá algo.
            Desde aquí, un mensaje de ánimo para quienes se encuentran en mi misma situación y mi deseo de que este periodo de “vacaciones forzosas” sea lo más corto posible.

jueves, 16 de febrero de 2012

Esle jueves, un relato: "Yo tengo un sueño"



“Los sueños sueños son”, dijo Calderón de la Barca, y así se lo repetía su madre con frecuencia. Ana lo sabía, pero no estaba dispuesta a renunciar a ellos. Llevaba toda la vida con la misma idea rondándole por la cabeza. Había imaginado tantas veces cómo serían sus momentos de gloria sobre los escenarios, que se resistía a admitir que tal vez nunca llegarían.
Al principio, cuando dijo de apuntarse a la academia de baile, sus padres pensaron que era un simple capricho infantil y pasajero. Ya habían pasado más de veinte años desde entonces y ahora veía cada vez más cerca su oportunidad.
Después de bailar en diferentes locales que ofrecían espectáculos flamencos para los turistas que visitaban Madrid, recibió una inesperada llamada de teléfono. Un cazatalentos había ido a ver varias de sus actuaciones en la capital y había quedado encantado con sus dotes para el baile. Le hizo una propuesta que no pudo rechazar, participar como miembro del cuadro de baile de Sara Baras en un musical sobre la historia del flamenco en España. A partir de ahí, los éxitos se sucedieron sin descanso y hoy, en lo más alto de su carrera, aún recuerda las palabras de su madre…

Moraleja: Nunca renuncies a tus sueños, por muy difíciles que sean de alcanzar. A veces, como en este relato, el éxito profesional llega, simplemente hay que estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Yo, por eso, no desisto y continúo con la espera. Creo, como consejo, que vosotros deberíais de hacer lo mismo.  ;-) 

Más sueños en el siguiente blog:    http://desgranandomomentos.blogspot.com/

Nota: Es la primera vez que participo en esto de los jueves, a ver qué tal sale la cosa, si he cometido algún error, ruego que me lo comunique algún 'juevero'. Un saludo para todos. Cristina.

viernes, 10 de febrero de 2012

Viaje en el tiempo

Sabía que era un viaje sin retorno. Una vez que entrara por aquella puerta no habría vuelta atrás. Tenía billete de ida, pero no de vuelta. Pocos sabían a donde iba en realidad, de hecho, ni siquiera él estaba seguro de lo que encontraría por el camino, pero la curiosidad le podía y por eso decidió embarcarse en una inquietante aventura.
            Se despidió de sus familiares como si ese día nada fuera a cambiar, aunque él sabía perfectamente que no sería así, aquel instante marcaría el rumbo de su vida y ya nada volvería a ser lo mismo.
            Cuando llegó al edificio, de paredes transparentes y decoración minimalista, un  hombre de proporciones perfectas lo recibió con una gran montaña de papeles que debía leer y firmar. “Es la política de la empresa”, le dijo con voz seria y profunda.
            Al principio estaba solo en una fría habitación que se fue llenando conforme pasaban los minutos, unos minutos que a él se le hacía eternos. En ese momento ya no tenía reloj, la normativa se lo impedía, y no era capaz de adivinar el tiempo que llevaba allí. Tampoco le importaba mucho, lo único que quería era enterarse, por fin, de que le deparaba el futuro. Así lo prometía el anuncio que leyó en el periódico: “Participe en un ambicioso proyecto de investigación que le permitirá conocer el destino. Solo cuatro personas serán las elegidas. Total confidencialidad”.
            Cuando lo llamaron sintió como le temblaban las piernas y empezaron a sudarle las manos. “Siéntese ahí, espere y observe atentamente la pantalla”, escuchó por uno de los altavoces colgados en las esquinas del pequeño habitáculo. Entonces, todo se volvió negro y derepente comenzó una especie de película. El protagonista le resultaba familiar. Enseguida se dio cuenta de que era él con unos cincuenta años más. Estaba hablando con una anciana a la que no lograba reconocer que le contaba cosas sobre su pasado. Al parecer era su esposa y se habían conocido en un viaje que él hizo con sus amigos de la Universidad en el año 2017.
            Los dos iban muy arreglados y observó que se dirigían hacia una iglesia. ¡Eran sus bodas de oro! Se quedó anonadado, jamás pensó que tendría la suerte de encontrar una mujer con la que compartir más de cincuenta años de su vida. Pero eso no era todo, ¿habrían tenido hijos? Se preguntó. Enseguida salió de dudas al ver a una bella mujer que se acercaba acompañada por dos jóvenes. ¡Enhorabuena, papá! Le dijo mientras lo abrazaba. Después vio como también llegaban a felicitarle el chico y la chica que iban con su hija y que resultaron ser sus nietos.
            La curiosidad y la inquietud se apoderaron de él. ¡Tenía tantas cosas que preguntarles a todos! Quería saber cómo había transcurrido su existencia hasta el momento que reflejaba la película ambientada, por así decirlo, en el año 2070 y basada en hechos tan reales como que deseaba levantarse de la silla y atravesar la pantalla para conversar con su familia. No pudo, una especie de cortocircuito hizo que la retransmisión se parara justo en el momento más interesante. La luz se volvió a encender y escuchó por megafonía unas palabras que terminaron con sus esperanzas de conocer cómo continuaba la película de su vida. “Lo sentimos, pero se ha producido un fallo en el experimento y no puede volver al futuro, ahora debe regresar al presente y continuar su andadura hasta llegar de nuevo a 2070”.
            Se levantó un poco mareado, aturdido y confuso. Seguía siendo un joven de veinte años pero ahora tenía la ventaja o el inconveniente de conocer ciertas cosas sobre su futuro. Efectivamente, el viaje emprendido al leer aquel anuncio en la prensa lo había cambiado todo y ya nada volvería a ser lo mismo.