La ciudad es preciosa y está bien cuidada. Ni una pintada en las paredes, ni un papel, chicle o excremento canino en el suelo. Los balcones de las casas llenos de macetas. Las calles de un blanco tan puro, que refleja la luz del sol encargado de alumbrar cada rincón del municpio.
Largas avenidas cuajadas de árboles y parques repletos de gente paseando o montado en bici, sirven de pulmón a un lugar que goza de poca contaminación. El agua que mana de las múltiples fuentes distribuidas por toda la ciudad, al igual que la de los grifos, es ríquisima y puede beberse sin problemas.
El tráfico está perfectamente regulado, aunque la mayoría prefiere caminar o utilizar el transporte público en sus desplazamientos, por lo que a penas se generan atascos.
La convivencia entre sus habitantes es buena, No existe la delincuencia, los vecinos se conocen y se ayudan en todo lo que pueden. Viven bajo el lema “hoy por ti, mañana por mí” y no les va nada mal. Además, rara vez hay peleas, se saludan al cruzarse por la calle y reina un ambiente de compañerismo y cordialidad.
La ciudad es preciosa ¿verdad? Lástima que solo exista en mi imaginación. Es la ciudad de la utopía.
Puedes conocer más ciudades utópicas en el blog de Juliano el Apóstata (Gustavo para los amigos)