jueves, 22 de mayo de 2014

Este jueves, un relato: "Me perdí en la noche"





Me perdí en la noche.
Me dejé llevar.
Supe que de tu lado,
nada me iba a separar.

Me acuné en tu pecho.
Me arropé en tus brazos.
Poco a poco uní,
mi corazón hecho pedazos.

Pasó el tiempo.
Cesó la locura.
Siempre estuvo junto a mí
tu enorme dulzura.

Hoy te marchas,
sin decir adiós.
Dejando de nuevo herido
mi pobre corazón.

Y me vuelvo a perder.
La noche quiero abrazar.
Solo necesito una botella,
que me ayude a olvidar.

Las penas ahogo,
en un vaso de tubo.
Pensando qué será de mí
en un incierto futuro.

Es absurdo creer,
que el alcohol terminará
con esta pena tan honda
y difícil de borrar.

Me sigo perdiendo,
Una y otra vez.
Quizás mañana la suerte
vuelva a reaparecer.

Puedes leer más aportes a est onvocatoria en el blog de Cecy 

martes, 20 de mayo de 2014

Sorpresas en el baño



Hoy es el día, pensó. Aprovechando que celebraban el décimo aniversario de boda, prepararía a su marido aquel largo baño de espuma del que tanto le había oído hablar en múltiples ocasiones.

            Lo organizó todo con esmero. El agua templada, los alrededores de la bañera cubiertos con pétalos de rosas, un poco de incienso para perfumar la estancia y pequeñas velas que, junto con un tenue hilo musical, creaban un ambiente íntimo y relajante.

            Juan llegó del trabajo, dejó caer el cuerpo sobre el sofá y pidió a su mujer una cerveza. Marina entró al cuarto de estar con un minúsculo biquini rojo, el pelo recogido en un moño y una flor a modo de adorno. Lo cogió del brazo y lo llevó hasta el baño.

            “¡¿Pero esto qué es?!”, exclamó. “Ya has estado viendo una de esas películas romanticotas que tanto te gustan ¿no?”.
           
            Marina se echó a llorar. “¿No decías que querías un largo baño de espuma? Pues aquí lo tienes que, por si no lo recuerdas, hoy es nuestro aniversario".

            El llanto quedó eclipsado por una enorme carcajada. “¡Claro que es mi sueño un baño de espuma, tonta, pero de espuma de cerveza!” 

jueves, 8 de mayo de 2014

Este jueves, un relato: "romances ambientados"



La felicidad nunca había rondado la puerta de su hogar. Samara conocía la desgracia desde su nacimiento. Ese día, una niña saludaba a la vida mientras otra se despedía para siempre. La custodia pasó a manos de los abuelos maternos, que intentaron darle lo mejor. Aunque, con la venta ambulante, a penas obtenían lo justo para alimentar y vestir a seis hijos y una nieta.

            Las dificultades económicas impidieron que estudiara. Tras unos años en el colegio, dejó las aulas para ayudar a la familia en el puesto de ropa que regentaban. Juntos recorrían los mercadillos de media provincia.

Ella aprovechaba su desparpajo para meterse a las mujeres en el bolsillo y venderles hasta el último calcetín. Nunca un capricho, siempre una sonrisa. Por fuera, aparentaba ser fuerte y madura, por dentro, se desquebrajaba cómo una muñeca de cristal.

            El único aliciente que encontraba en las interminables mañanas de trabajo eran las almendras que le regalaba Juan, el chico del puesto de frutos secos. Más que el detalle, apreciaba su enorme sonrisa, custodiada por dos simpáticos hoyuelos.

            Cada jornada el mismo ritual: visita al puesto de Juan, un tímido saludo, cruce de miradas, y un leve roce de manos al recoger el puñado de almendras tostadas.

            Esa mañana, Samara no obtuvo el regalo esperado. Al acercarse a Juan, éste le puso un papel en la mano y fue doblando sus dedos uno a uno hasta cubrirlo por completo. Ella no entendía nada. Se alejó con el puño apretado, pensando que broma era aquella. Tenía que encontrar a alguien de confianza, que supiera leer, para que le dijera el mensaje que contenían esas palabras.
           
            Se hubiera decantado por su abuela, pero no quería ponerla en un aprieto, pues sabía lo justo para que no la engañaran en las ventas, Por más vergüenza que le diera, tendría que hablar con el yayo. “Hija, mía, aquí pone: ‘Si confías en mí, acércate de nuevo al puesto cuando den las dos´”.

            Esperó ansiosa el momento del reencontrarse con Juan. ¿Qué le querría decir? ¿Sería algo importante, o simplemente pretendía reírse de ella? Había llegado la hora de averiguarlo. Se presentó delante del puesto y le dijo con voz firme: “¿Qué quieres?”. Juan le indicó que esperara unos segundos, fue hacia la furgoneta  y volvió con un bello ramo de flores.

“Samara, desde el primer día que viniste con tu abuela, me cautivaste con tu dulzura. De esto ya hace unos años. Mi mente me decía que te declarara mi amor, pero mi timidez me lo impedía. Solo quiero que sepas que me gustaría salir contigo y que voy en serio. Piénsalo. Somos jóvenes y no me importa esperar”. En ese mismo instante, Samara supo que la suerte por fin había llamado a su puerta.    
             
Más historias de amor en el blog de Neogéminis

jueves, 1 de mayo de 2014

Este jueves, un relato: Crisis


¿No os da miedo pensar en la crisis de valores por la que atraviesa la sociedad actual?

Una sociedad en la que prima lo material a lo personal, cuyas prioridades son el éxito y el dinero cueste lo que cueste, sin importar a quien hay que pisar por el camino para alcanzar la cima.  

            Ciudades en las que los vecinos a penas se conocen. Calles donde, si te sucede algo, la gran mayoría de la gente pasa de largo sin preocuparse por ti. Reuniones de personas que, en vez de conversar entre ellas mirándose a los ojos, se dedican a hablar con otras a través del whatsapp.

            Niños que prefieren videoconsolas, móviles y ordenadores a jugar con los amigos. Hombres y mujeres que dan más valor a la vida de un animal que a la de una persona.

            Prefiero no seguir, pues no es cuestión de adentrarme en temas polémicos y, además, sabéis que soy optimista por naturaleza. Por supuesto que no todos somos iguales, y que en este mundo siguen existiendo buenas personas que se dedican a hacer el bien y ayudar a los demás. Pero creo que la sociedad cada vez está más deshumanizada, falta de comunicación y plagada de violencia, racismo y malas costumbres.

            La crisis económica, tarde o temprano, desaparecerá, pero esta crisis de valores de la que hablo… Esta no es tan fácil de levantar y creo que, por lo menos, merece una reflexión por nuestra parte. ¿Tan difícil es intentar hacer las cosas bien?  Ahí lo dejo.

Más historias y relatos en torno a la crisis en el blog de Pepe