lunes, 30 de diciembre de 2013

Adiós 2013... ¡Bienvenido 2014!



Termina 2013, un año que no empezó muy bien y que tal vez no ha sido cómo esperábamos, pero del que al menos, yo, me llevo muchos y muy gratos recuerdos. El mejor, sin duda, el nacimiento de mis sobrinos, Carlos y Alejandro, que han llenado de alegría y felicidad nuestra familia. Es increíble cómo dos pequeñajos lo pueden revolucionar todo. Además, he tenido la suerte de ser madrina de uno de ellos, Alejandro, ¿quién me iba a decir a mí que iba a tener un ahijado?

En este año he conocido a personas maravillosas y he hecho unos cuantos viajes con amigos de esos de los de verdad, aquellos que sabes que siempre están ahí. También he tenido la suerte de reencontrarme con otros a los que hacía tiempo que no veía.

Han sido meses cargados de literatura. Los lunes en las reuniones semanales de las asociación ‘Café de Palabras’, durante todo el año a través de este mi pequeño rinconcito en Internet y como no, los jueves con las convocatorias de mis compañeros jueveros. Es cierto que a veces he tenido el blog un poco abandonado, y pido disculpas por ello. Del mismo modo, aprovecho para dar las gracias a todos los que me siguen a pesar de que en ocasiones les deje largas temporadas sin relatos que leer. Os prometo que en 2014 intentaré escribir más, ese es uno de mis propósitos de año nuevo.

2013 también ha estado cargado de fútbol. No me puedo quejar de mi Atleti, que me ha dado grandes satisfacciones, entre ellas ganar la Copa del Rey contra el Real Madrid en el Santiago Bernabeu. ¿Hay algo más grande que eso para un colchonero? Tuve la oportunidad de ver al equipo en Granada. Y en  cuanto al Real Jaén, casi que tenía que haberme hecho socia esta temporada, porque la verdad es que he ido a bastantes partidos. Es una alegría ver jugar al equipo de la tierra en segunda división de la manera que lo hace, esperemos que le acompañen los resultados y que pueda mantenerse en la categoría de plata del fútbol español.

En el año que acaba entré en la treintena, algo que llevo mejor de lo que pensaba y que pude celebrar rodeada de la familia y amigos. Da gusto saber que tienes tanta gente a tu lado, buenas personas que te acompañan siempre.

Así visto, la verdad es que el año que termina tampoco ha estado tan mal ¿no? Y si ha habido algunas cosillas menos buenas, todas las que acabo de contar las suplen con creces.

Al 2014 solo le pido una cosa: mucha salud para todos los que quiero, ya que lo demás viene solo. Bueno, puestos a pedir también querría un trabajo, que esto de estar en paro desespera bastante, la verdad. Ah, y por supuesto, poder compartir muchos buenos momentos con todos vosotros, aunque con algunos solo pueda ser a través de la red debido a la distancia.

No quiero enrollarme mucho más, ¡que a este paso nos dan las uvas! Besos y… ¡Feliz año nuevo a todos!



sábado, 21 de diciembre de 2013

Carta de un inmigrante



Me llamo Mody y soy ciudadano del mundo. No puedo agregar dirección ni código postal porque no tengo casa. Mi hogar se mueve allá dónde yo voy. La calle suele ser mi sitio de permanencia. Intento ganarme la vida de forma honrada desde que llegue a España. Siempre de un lado para otro en busca de la próxima campaña: fresa, espárrago, vendimia y ahora aceituna.
Comprendo que somos muchos, que no hay trabajo para todos, que ahora los españoles si quieren realizar las labores del campo y que antes van ellos que nosotros, pero no podemos dejar de intentar conseguir un jornal con el que ganar algo de dinero.
Soy consciente de que el albergue de esta ciudad no tiene cabida para tanto inmigrante, pero estar todo el día en los al rededores de la estación de autobuses es desolador, sobre todo cuando cae la noche y hay que buscar un sitio que, en la manera de lo posible, nos resguarde del frío.
Gracias a Dios, siempre hay buenas personas que nos traen mantas, leche caliente y bocadillos. Estamos muy agradecidos a todos ellos, pero daríamos lo que fuera por dormir bajo un techo en el que refugiarnos del helador frío nocturno.
Le pido a usted y al Ayuntamiento que representa, que considere la posibilidad  de habilitar más lugares en los que podamos descansar un poco durante estos meses. Solo eso, cuatro paredes y un techo que nos aislen del exterior, de ese frío que nos cala no solo los huesos, sino también el alma.
Eternamente agradecido le saluda Mody, en representación de sus compatriotas que deambulan por la estación de autobuses de su ciudad en temporada de aceituna.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Este jueves, un relato: "En el convento"




Cuando le preguntaban qué quería ser de mayor, siempre contestaba lo mismo: “monja”. Su madre pensó que eran cosas de la niñez o de la influencia que su catequista ejercía sobre ella. Creyó que con la llegada de la adolescencia cambiarían sus perspectivas de futuro. A esas edades, las chicas empiezan a tener otros intereses. Salen de fiesta, hacen nuevas amistades, coquetean con chicos… Pocas son las que siguen yendo a misa cada domingo pese a los consejos de sus padres.
Contra todo pronóstico, las inquietudes religiosas de la niña que soñaba con vivir en un convento y vestir hábitos blancos, crecieron con el paso de los años, tanto, que además de asistir a misa cada día, confesar con frecuencia, rezar y leer los evangelios, decidió estudiar teología para profundizar y conocer mejor la palabra y el mensaje de Dios. Tenía las ideas tan claras como el nombre del convento de clausura en el que estaba dispuesta a pasar el resto de sus días. Una vida de entrega total al Señor.
A las puertas de aquel edificio, madre e hija se abrazaron con diferentes sensaciones. La primera, feliz por la decisión que había tomado. La segunda, algo resignada. Siempre había querido lo mejor para su hija y era consciente de que su felicidad pasaba por una vida muy diferente a la que había pensado para ella.
Las puertas del convento se cerraron dejando dentro sueños, esperanzas, ilusiones, fe. Fuera, desconsuelo, tristeza, incertidumbre. “¡Que Dios te bendiga, hija!”, musitó entre lágrimas mientras se alejaba con una imagen en la cabeza, la de su pequeña asegurando con rotundidad que de mayor quería ser monja.

Más historias sobre conventos en el blog de Rhodea Blason