Allí estaban, Marta y Luis, en una mesa llena de velas y flores, intercambiando miradas de complicidad.
-¿Bailas?, dijo él.
-Por supuesto.
Las luces bajaron su intensidad y comenzó a sonar la canción favorita de ambos. Luis la agarró con fuerza mientras se movían al son de la música. La escena le recordó a las películas románticas que tantas veces habían visto juntos. “Ya mismo saca el anillo”, pensó, “es cuestión de minutos”.
El silencio irrumpió en la sala y comenzaron a aparecer miembros de la familia de Luis: dos de sus tres hermanos, sus padres, varios primos y un par de personas que Marta no conocía.
“Me quieren y no han querido perderse este momento”. (dijo al tiempo que se arrodillaba). “Han sido muchos años de noviazgo, creo que ha llegado la hora de decirte algo. Vives en una mentira, en un sueño. No te amo, es más, no te soporto, he aguantado todo esto porque soy consciente del poder económico de tus padres. No quiero que mueras, muerta no nos reportarías beneficio alguno” (le espetó apuntándole con una pistola) “por eso nadie debe saber lo que ha sucedido aquí hoy. Todos los meses ingresarás una cantidad estipulada en el número de cuenta que yo te diga. Lo harás el día uno, sin falta. Sé que puedes hacerlo de manera que ellos no lo noten. Si en cualquier momento cesan los ingresos o tenemos indicios de que te has puesto en contacto con la Policía, no pararé hasta encontrarte y acabar con tu vida. Y no olvides que te tendremos vigilada. Ahora puedes irte y recuerda: nadie debe saber nada de esto o morirás”.
Más relatos escritos desde las vísceras en el blog de Alfredo
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