jueves, 27 de agosto de 2015

Entre las olas

 


La playa estaba tranquila aquella tarde. El verano llegaba a su fin y quedaban pocos turistas en la zona. Luis observaba el ir y venir de las olas, eran pequeñas, como a él le gustaban. A veces, las plasmaba en el papel. Siempre le atrajo la pintura. Nada le relajaba más que sentarse sobre la arena, escuchar el ruido de las gaviotas y meditar sobre lo afortunado que se sentía. 

            El sol comenzaba a caer, la imagen era tan bella, que sacó su libreta y el lápiz de grafito para inmortalizarla. Nada podía interrumpir ese agradable momento. El dibujo iba tomando forma. Se sentía muy inspirado, tanto, que no podía dejar de pintar. Un trazo por aquí, otro por allá… Las olas seguían tranquilas, al igual que su mente. Era como si bailaran, acompasadas, al ritmo de una suave melodía.

De repente, algo llamó su atención. A lo lejos se intuía el cuerpo de un bebé, pensó que era imposible, su imaginación debía estar jugándole una mala pasada. Cerró los ojos y los volvió a abrir, comprobando que no se trataba de un espejismo ni nada por el estilo.

Se lanzó al mar con la intención de salvarlo, pero las piernas no le respondían, si no reaccionaba a tiempo, el pequeño moriría ahogado. Aquello no le podía estar pasando a él, tenía que ser una pesadilla. El cuerpo era mecido por las olas ante su mirada de desesperación cuando escuchó: “¡Papá, ahí está la muñeca, cógemela por favor!” Respiró aliviado, pero incapaz de seguir con su dibujo. Tendré que ir al oculista, pensó.  

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