Nota: Este texto es un trabajo que hicimos en el taller de narrativa. Se trataba de presentar un hecho contado desde dos puntos de vista diferentes, una historia que debía girar en torno a una verbena de pueblo. A ver que os parece.
Cantante de orquesta
Pensé que aquellas fiestas serían como todas. Un par de noches sobre el escenario cantando los típicos temas que requiere cualquier verbena de pueblo, aguantar las impertinencias de unos cuantos borrachos, pasar algo de frío por la escasa tela de nuestra ropa y poco más. Sin embargo, en la segunda noche, un contratiempo, por así decirlo, hizo que pensara “¡tierra trágame!” Mientras tocábamos una de esas canciones que se acompañan con un baile un tanto ridículo, me agaché siguiendo la coreografía y al levantarme la tela de la minifalda crujió formándose una enrome raja. Yo continué bailando y cantando como si nada sintiendo como todas las miradas se dirigían hacia el mismo lugar y notando el murmullo, las risas y algún que otro comentario machista por parte de los allí presentes. Finalmente, llevé mi mano hacia mi trasero y noté que la raja se había ampliado tanto que dejaba al descubierto mi culo y… ¡horror! Un tanga del que prefiero no entrar en detalles.
Aproveché que la siguiente canción la interpretaba mi compañera para bajar por las escaleras traseras del escenario y ponerme un pantalón, aunque a esas alturas todos habían visto mi indescriptible ropa interior.
Chico borracho
La verbena del pueblo siempre me ha parecido un coñazo. La típica orquesta cutre tocando pasodobles, los cuatro abuelos de siempre bailando como si no hubiera un mañana… La cosa solo se anima un poco a partir de las tres o las cuatro de la madrugada, cuando cambia el tipo de música y y la gente joven se pasa por allí después del botellón.
Las cantantes de este año estaban buenísimas, sobre todo una que tenía dos buenas tetas y un culo que pa que contarte. A esas alturas de la noche mis amigos y yo llevábamos un pedo que nos hacía bailar lo que fuera. El caballo camina palante, el caballo camina patrás… Entonces, la chica del culito respingón cambió la letra por la rana camina palante, la rana camina patrás. Cuando se levantó… ¡Sorpresa! Para deleite de los hombres allí presentes la falda se había partido en dos dejando que la muchacha luciera su bonito trasero y un ridículo tanga del que mejor te enseño la foto para que lo veas con tus propios ojos. No me he podido reír más en mi vida. ¡Que espectáculo tan lamentable! Lo pasamos en grande diciéndole cosas a la cantante que se fue del escenario con la cara más roja que mis calzoncillos de Nochevieja. Por una vez, y sin que sirva de precedente, tengo que decir que me lo pasé genial en la verbena, algo que no creo que pueda decir la chica de la orquesta.
Bueno, dos formas de explicar la misma historia pero desde dos ángulos diferentes. Ambas son graciosas, aunque la versión del espectador demuestra la chabacanería del que ya anda más que perjudicado. Pobre chica, ese es de los momentos que nunca se olvidan de la veguenza, aunque con el tiempo se convierten en la anécdota que uno siempre se anima a contar para animar las reuniones, jaja.
ResponderEliminarA mi me ha gustado.
Un abrazo