Con la caída del sol,
el parque se convertía en el mejor refugio para la juventud del pueblo. Sus
bancos eran testigos de numerosos besos. Algunos robados, otros buscados con
insistencia. Los que sellaban el comienzo de una pareja y los que despedían
otra de varias semanas. Los había lentos, fugaces, apasionados, románticos…
pero todos vividos con la intensidad que otorgan los primeros acercamientos a
ese sentimiento llamado amor.
Almudena frecuentaba poco aquel lugar. Y no porque no
tuviera amigas, sino debido a su delicada salud. Motivo por el que, mientras sus compañeras de clase coqueteaban con
chicos, ella leía novelas románticas que soñaba protagonizar algún día.
Con el paso de los años, Almudena vio como sus mejores amigas
disfrutaban de unos noviazgos, que culminaban con preciosas bodas para orgullo
de los felices padres. Eran tiempos en los que la mujer tenía como objetivo
principal conseguir un buen marido si no quería pasar la vergüenza que suponía
quedarse solterona o, como diría su abuela, para vestir santos.
A esas alturas, su madre había perdido la esperanza de
que se casara, cosa que a ella, sin embargo, no la inquietaba en absoluto.
Nunca se obsesionó con el tema y tampoco veía una desgracia el hecho de no
tener novio a su edad.
Un día, el panadero pidió permiso a los padres de la
joven para tener una cita con ella. Almudena aceptó a regañadientes. Después de
aquel encuentro se sucedieron más, hasta que la pareja confirmó el noviazgo y
anunció una inminente boda. La noticia llenó de alegría la casa, tanto, que
Arturo, el padre, prometió invertir sus ahorros en que la pareja pudiera tener
el viaje de novios más anhelado: conocer París, la ciudad del amor.
Fueron días de dicha, en los que Luis y Almudena
consolidaban su relación pensando en un futuro juntos. A su regreso, se
acostumbraron pronto a la rutina de la convivencia. Todo iba bien hasta que la
inocente joven desveló a su esposo el secreto de su infertilidad, fruto de los
problemas de salud de antaño. Fue ahí cuando todo se truncó y comprobó que las
historias de amor no son cómo las pitan en las novela.
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