Voló tan alto que cuando quiso regresar no supo cómo hacerlo. La subida fue rápida y temía una bajada igual de fugaz. Una vez en la cima, caer al suelo y romperse en mil pedazos podía ser cuestión de segundos.
Sintió angustia y un sudor recorriendo su piel. Nunca había temido sufrir dolor, padecer soledad o caer en depresión. Estaba acostumbrado a observar la vida desde una posición privilegiada, pero ahora la adversidad rondaba la cumbre de esa montaña que él mismo había construido.
Miró hacia abajo con valentía, pese al vértigo y la incertidumbre que comenzaban a apoderarse de cada rincón de su cuerpo y su mente. Caer poco a poco, igual resultaba más agobiante, puede que no lo resistiera. Sin embargo, lanzarse al precipicio y dejarse caer sin más, quizás fuera la mejor solución.
Respiró hondo. Observó todo lo que había conseguido y se maldijo mientras caía directo al suelo. Tocaba volver a la realidad y aceptar que todo había sido un sueño efímero. A pesar de ello, aún le quedaba la esperanza de reconstruir sus alas, tras el aterrizaje, y retomar el vuelo, esta vez de una manera más lenta y sensata.
Más historias sobre todo tipo de vuelos en el blog de Alberto V
Al menos pudo distinguir entre estrellarse y morir en vida o luchar sensatamente y disfrutar con pausada cautela los sueños.
ResponderEliminarEste aterrizaje fue todo un aprendizaje.
Un abrazo :)
Cuando era adolescente yo solía soñar que volaba...inmadurez emocional, dicen, y quizás era así, pero la sensación era hermosa!
ResponderEliminar=)
La mayoría de las veces desde la altura, la vista de las cosas se difumina y se pierden los contornos.
ResponderEliminarEs mejor ver frente a frente. Se evitan esos riesgos.
Un abrazo.
Dicen que la capacidad para subir es directamente proporcional a la capacidad de bajar, que son como los dientes de una sierra o montaña rusa; algo así como una puerta que comunica la cima del Everest con la fosa de las Marianas.
ResponderEliminarUn besazo
Más grande será la caida, dice el refrán. Los ascensos fulgurantes tienen ese riesgo, el de caer con la misma velocidad con la que se asciende. Es mucho mejor subir pausadamente, con anclajes.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Después de un aterrizaje forzoso y un par de tiritas en las alas, seguro que la próxima vez aterrizará con más precaución, porque en su vida aterrizará muchas veces todavía. Igual que todos...
ResponderEliminarUn abrazo, compañera.
A veces si se sube demasiado alto, la realidad no se percibe, y es mejor aunque te des un golpe tocar con los piés en el suelo, y volver a empezar.
ResponderEliminarMuy buena tu reflexión.
Un abrazo
A lo mejor no se rompe cuando llegue al suelo...
ResponderEliminarUn beso.
Buen simbolismo sobre el aprendizaje de los sabios. Es decir de los que se dan cuenta que se equivocan e intentan ponerle remedio aunque en ello vuelvan a errar.
ResponderEliminarMe recuerda la imagen de ciertos dibujos animados. Besos.
No todos los que suben se manejan bien una vez estando arriba, y, por esas cosas que tiene la vida, olvidan que así como se sube, también se baja, solo que la caída no genera más que un sentimiento de angustia al ir hacia atrás pensando qué se hizo mal. En resumen, el tema no es subir, sino mantenerse estable en las alturas. Hay que saberse equilibrar.
ResponderEliminarUn texto para reflexionar!
Besos!
Gaby*
A veces los vuelos no resultan como los planeamos, pero siempre hay que tener la fe de volver a empezar, y luego de sanar las alas, despegar.
ResponderEliminarHermoso texto!!! Un abrazo.
Reflexivo tu texto Cris. Volar y ascender está muy bien, pero mejor mantenerse, porque si caes puede ser muy doloroso si no está preparado.
ResponderEliminarBesos.
Con razón dicen que más dura será la caída.
ResponderEliminarToda una historia de vida Cristina! Hace reflexionar mucho. A veces el éxito fulgurante en cualquier aspecto de la vida es difícil de digerir. Te felicito. Un beso
ResponderEliminarHola Cristina, tu relato me ha parecido muy alegórico para aprender a encarar las adversidades de la vida. Unas veces estás arriba y otras puedes estar abajo. Muchas gracias por haber participado en mi primera convocatoria.
ResponderEliminarUn beso grande.
Es el peligro que corremos si volamos sin mirar hacia donde, acabamos tan alto...que al caer nos pegamos un buen castañazo si pensamos cual fue el error que cometimos al elevarnos... quiza la proxíma vez consigamos mantener el vuelo.
ResponderEliminarAbrazos guapa.
La temeridad y la pasión se dan la mano en tu vertiginoso relato... Eso sí, saber que las alas pueden, si eres lo suficientemente valiente, reconstruirse, ayuda a levantarse tras la caída...
ResponderEliminar¡Qué bueno! Me encanta la consciencia de tu personaje, saber que esa veloz subida supondrá una caída igual de rápida. Y actuar en consecuencia. Ojalá se eleve, cuanto quiera y como quiera.
ResponderEliminarBesos.
Precioso Cristina!! He disfrutado con la lectura. Un beso.
ResponderEliminar