jueves, 8 de junio de 2017

Este jueves, un relato: "Helado de..."




El helado me fascina. Cuando era pequeña, todos los años nos íbamos una semana de vacaciones a la playa. Como a la mayoría de los niños me encantaba jugar con la arena y bañarme en el mar, pero con lo que más disfrutaba era con las copas de helado que me tomaba por las noches. No era yo niña de cucurucho o tarrina pequeña, que va, elegía siempre la copa que más bolas y de más colores y sabores diferentes tuviera. Si ésta, además, podía ir decorada con una palmerita o loro de cartón e incluso con una bengala encendida, mejor que mejor.

Mis padres pensaban que no sería capaz de terminarme aquellas montañas de bolas de colores y se sorprendían al comprobar que no dejaba ni una sola gota. No faltaban las fotografías para inmortalizar el momento. Aún hoy, cuando las veo, recuerdo con nostalgia esos años en los que elegir el postre era mi mayor preocupación.

El verano no finalizaba con los días en la costa, en el pueblo, aunque no existieran heladerías cómo tal, sí que estaba el típico quiosco de chucherías en el que también podías comprar helados. Cada año esperaba las novedades que la marca de turno traía en el cartel para probarlas. Y es que siempre me ha gustado elegir los sabores más exóticos, cómo se diría hablando de moda, las últimas tendencias. Helado nuevo que saliera al mercado, helado que yo tenía que probar, no vaya a ser que al año siguiente lo quitaran y me quedara sin conocer su sabor.

Con el paso del tiempo, mi afición no decayó, aunque sí  comencé a cambiar las copas gigantes por otras de varias bolas a elegir o tarrinas de tamaño mediano. Entre mis sabores favoritos menta-chocolate, plátano, kínder y melón. De los del quiosco me quedo con Drácula, frigopie y calippo, aunque éste último era de hielo. Tampoco le hacía ascos a los llamados poloflash con los que te refrescabas en las interminables y calurosas siestas.

Creo que esta afición mía por los helados la heredé, en parte, de mi abuela, a la que también le encantaban. Si ibas a hacerle una visitan en verano, no podías llevarle nada mejor que una tarrina, se ponía  la mujer contentísima y disfrutaba saboreándola tanto como yo.

Bueno, os dejo, escribir estas cosas me está dando gana de… ya sabéis, voy a mirar en el congelador, o mejor aún, creo que me pasaré por la heladería más cercana. Definitivamente, el helado no tiene edad. 

Más relatos e historias sobre helados refrescantes en el blog de Inma

12 comentarios:

  1. Una afición, la de los helados, heredada por tu abuela, en realidad creo que los helados gusta a casi todos, a mí me encantan, y los que más son los de chocolate, que por cierto, ya me comí uno :-).

    Un placer leerte, Cristina.

    Besos y feliz tarde.

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  2. Por tus gustos se adivina que eres una persona amante de las aventuras! jejeje Me gusta eso de explorar sabores originales y arriesgados
    =)

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  3. Me ha gustado mucho el entusiasmo que le has puesto y vamos me ha quedado más claro que la leche que te encantan los helados jajaja pues nada , a ver cuando inventan la manera de pasarlos a través de la pantalla y ahí te mando uno de ..que te parece de Menta y Chocolate..
    Gracias por darnos una brisa de sabor .
    Un abrazo feliz noche.

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  4. Se adivina en tus palabras la niña que aún perdura en ti.

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  5. Muy refrescante y cercano tu relato Cris.
    Besos.

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  6. jajaja me encanto que linda historia llena de recuerdos y mucha nostalgia

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  7. Lo has contado de tal forma que ha sido como si te hubiera estado oyendo hablar de los helados en persona. Está bien escribir los recuerdos para que no se pierdan.

    Un abrazo.

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  8. Querida amiga: Lo has contado de forma muy elouente. Yo te he visto comer con avidez unos copas grandes llenas de bolas de colores, y tu con una sonrisa de boca a boca. Un fuerte abrazo

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  9. Hola, Cristina.
    Que lindo relato, lleno de dulces memorias de tu niñez. Verdad es que, a esa edad son enormes las copas de crema. Pero el deseo impetuoso prevalece para siempre.
    Saluditos

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  10. Nos has hecho todo un recorrido en el mundo de los helados, a mi se me hacia imposible comerme una de esas copas enormes (vamos si solo cenaba eso a lo mejor) de hecho yo era mas de polos de fresa o limón, pero me ha encantado como explicas tus experiencias, parece que aun estes saboreando todos esos helados de los que hablas, besos.

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  11. Es una buena afición para heredar y para mantener. Y con una sonrisa.
    Un abrazo

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  12. Estoy pensando...¿a que olía el frigopié? jajajajaja
    Que parece que te estoy viendo detrás de la copa de helado con la boca llena de churretes!
    Un besazo

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