martes, 10 de junio de 2014

El atolladero




Vivo en un lugar privilegiado. Nunca me aburro. Desde mi escondite observo a todos aquellos que se adentran en el bosque sin saber con qué se van a encontrar. Este sitio es oscuro, siniestro, con un halo de misterio que sobrecoge a cualquiera. A cualquiera menos a mí, que estoy más que acostumbrado a frecuentar  estas tierras.

            Lo que más me gusta es el laberinto. Quienes caen en él, no suelen contarlo. Una vez que pisan su árido suelo, comienzan a escuchar ruidos extraños, teniendo la sensación de ser perseguidos durante todo el recorrido. Notan que alguien roza su piel y el bello se les eriza. A esto hay que unir la sensación de pánico, nerviosismo y terror de la que les es imposible deshacerse.

            Orientarse en medio de la oscuridad es realmente difícil. Las víctimas del laberinto, a las que yo no dudo en asustar con mis peculiares maullidos, dan vueltas sin cesar, movidos por impulsos de procedencia desconocida. Poco a poco, la desesperación se apodera de ellos por completo y los envuelve en una locura que nunca pensaron padecer. Gritan, pero nadie los oye; corren, sin dirección; maldicen el momento en que decidieron vivir esa aventura.

            Finalmente, llega el desenlace. La mayoría mueren por un ataque al corazón, otros debido a fuertes brotes psicóticos insoportables para el cuerpo humano. Los más fuertes, fallecen por cansancio e inanición. Pero nadie, ni tan siquiera uno de ellos, logra salir del laberinto.

            Os dejo, ha caído la última víctima, llega la hora repartirnos este rico manjar. Y es que, aquí, nunca nos falta el alimento. ¡Me encanta la carne humana! 

4 comentarios:

  1. Tiene algo de Lovecrafte. Lo extraño visto desde punto de vista del extraño.

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  2. ¡Que aproveche! Yo te mando el aliño, pero primero mira a ver que profesión tiene, si es político o banquero te dará ardor de estómago.

    Un besito, compi.


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  3. Así que a la caza y captura de carne humana vigilando el laberinto. No sabía de esas aficiones culinarias tuyas. Ni de esa faceta terrorífica con lo modosita y risueña que te muestras. Relato muy bien ambientado, expuesto y desarrollado, Cristina. Me ha gustado mucho.
    Un fuerte abrazo.

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