viernes, 19 de octubre de 2012

Leche de cabra



El reportaje de esa semana no le convencía. A lo largo de su carrera había escrito sobre multitud de temas, pero el del próximo número de la revista Naturaleza en estado puro le resultaba un tanto absurdo. “Propiedades de la leche de cabra”. Para documentarse, pasó la tarde anterior en el campo junto a un ganadero que le explicó el proceso de obtención de la leche y los cuidados que se dispensan a los animales con el fin de obtener de ellos el mejor producto.
            Ahora tocaba ponerse a redactar. Se sentó frente al ordenador tratando de recordar las ideas principales que debía plasmar en el texto. Las palabras se resistían a salir de su mente de una manera fluida. Pulsaba las teclas del portátil sin convicción, sintiendo que las frases que aparecían en la pantalla no estaban a la altura de lo que el redactor jefe consideraría un buen reportaje periodístico.
Paró de escribir. De su jornada entre cabras había sacado varias cosas en claro, entre ellas un par de botellas de leche. Fue a la cocina en busca de una dispuesto a beber un trago que le devolviera la inspiración perdida. Al abrir la nevera, el recipiente calló y se partió en dos, derramándose su contenido por toda la habitación. Cuando se dispuso a coger la fregona, resbaló con la mala suerte de golpearse la cabeza con la mesa antes de llegar al suelo. Nunca le había gustado la sangre, y el hecho de ver cómo se mezclaba con el blanco de la leche hizo que se desmayara y perdiera la conciencia.
No recuerda nada más, ni siquiera el tiempo trascurrido desde ese instante hasta que se despertó en el hospital con la cabeza vendada y su madre diciéndole: “menos mal que no te bebiste la leche, hijo mío, habría sido mucho peor”. Como aún estaba un poco aturdido, no le dio importancia a aquellas palabras, más tarde supo que esa misma noche se había descubierto un caso de envenenamiento en la finca que acababa de visitar y el consumo de productos de los animales de la zona conllevaba graves riesgos para la salud.
“Eso si que hubiera sido una gran exclusiva”, se lamentó, aunque sintió alivio al ser consciente de que el reportaje, que ya no vería la luz, podía haber tenido peores consecuencias.

2 comentarios:

  1. !Qué mala leche! qué cabronada.
    Jejeje, lo que da de sí la leche, me paso al café y !olé!
    Besito.

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  2. Ya sabes que me gustó mucho la mezcla esa del blanco de la leche conel rojo de la sangre. Fue muy visual en la historia.
    Que quedó muy bien abrochada.

    Un abrazo, guapa.

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