Cuando llegó a la empresa, hace ya tres años, pensaba que ejercer el trabajo con el que había soñado desde niño resultaría fascinante. Había invertido mucho tiempo preparándose para poder alcanzar su meta, llegar a ser un gran detective privado. “¡Demasiadas películas de James Bond!”, pensó. Al principio, todo le parecía interesante y no había caso que se le resistiera, pero conforme crecía su popularidad en el mundo del espionaje, disminuía su interés hacia la profesión. Empezaba a estar harto de investigar fraudes, falsas bajas laborales, padres que mienten a la hora de elegir colegio para sus hijos, infidelidades… Especialmente éstas últimas. No le gustaba nada tener que entrar en la vida sentimental de las personas. Consideraba que ese era un terreno demasiado pantanoso, que solo debía incumbir a los miembros de la pareja en cuestión, pero claro, el cliente paga y hay que realizar el trabajo que demanda. A veces, las sospechas quedaban solo en eso, pero otras, demasiadas para su gusto, las pruebas de los cuernos resultaban tan evidentes que era imposible negarlo.
Ese día, tras haber resuelto un caso de fraude a Hacienda, el jefe lo llamó al despacho para contarle en qué iba a consistir su próxima misión. “¡Mierda!”, pensó, otro caso de cuernos, y encima esta vez se trataba de un rico y estirado banquero del que había oído hablar en alguna que otra ocasión, aunque no recordaba dónde ni cuándo. Bueno, eso ahora mismo era lo de menos. Creyó que sería un asunto fácil de resolver. Bastaría con seguirlo al entrar y salir de casa, en el lugar de trabajo y enterarse de los bares y pubs que frecuentaba hasta comprobar si le era infiel a su pareja.
Pasaban los días y la investigación seguía su curso sin obtener resultado alguno. “Igual su mujer es una celosa compulsiva que ve cosas dónde no las hay”, pensó. Ese fin de semana estaba sólo en casa. Su esposa tenía un Congreso de Medicina en Barcelona y no volvería hasta el lunes, por lo que decidió invertir la tarde del sábado en pasear por uno de los parques de la ciudad para relajarse y respirar aire puro. Entre los niños montados en bicicleta, los grupos de jóvenes que charlaban tumbados en el césped y las parejas que paseaban cogidas de la mano, le pareció ver a la que persona que estaba investigando. Le fastidió no poder desconectar del trabajo pero a la vez vio una buena ocasión para conocer algo más de aquel banquero.
Lo siguió con disimulo, guardando las pertinentes precauciones. Parecía inquieto, no dejaba de mirarse el reloj, daba la sensación de que esperaba a alguien que se retrasaba. Tal vez se trataba de su amante, de ser así, la resolución del caso era cuestión de minutos y también de la complicidad de su inseparable cámara de fotos. Como no tenía prisa, y en el fondo le picaba la curiosidad, buscó un buen lugar en el que esconderse hasta que se produjera el esperado encuentro. Entonces, vio a lo lejos una bella mujer que se acercaba cada vez más al banco en el que estaba sentado el susodicho. La cosa se ponía interesante. Cogió la cámara y acercó el zoom hacia su objetivo. El tiempo se detuvo por un instante y una tímida lágrima resbaló por su mejilla al ver cómo los enamorados se fundían en un apasionado beso. Ahora recordaba quién le había hablando de aquel banquero…
Más historias de espías en casa de Juan Carlos, pero no se lo digáis a nadie, ¡¡que es un secreto!! ;-)
ayyy qué duro debe ser descubrir la infidelidad de su propia pareja mientras se escarba en la vida privada de otro!...este espía descubrió en carne propia lo impiadoso que resulta ser espiado!
ResponderEliminarmuy buen relato, Cris!
Me ha encantado tu relato, Cristina. Lo que menos podía esperar el espía de tu historia es que tuviera el enemigo en casa como así resultó. Final altamente sorpresivo que llena de contenido esa alusión a que alguien, en algún momento, le había hablado del banquero objeto de investigación.
ResponderEliminarUn abrazo.
Wauuu que horror ver a tu propia pareja que es adultera y que no esta donde debia estar...
ResponderEliminarUn hermoso relato que entra muy bien y no puedes dejar de leer hasta el final.
Besitos
Has sabido mantener el suspenso hasta el último momento, cuando se llega a una verdad dolorosa, ciertamente.
ResponderEliminarSer el detective que investiga su propio caso sin saberlo!
Muy buen relato en verdad! "La tímida lágrima" cobra una fuerza impresionante.
Un gusto leerte!
Gaby*
Bueno, a veces, el querer saber te entrega una verdad...
ResponderEliminarUn besito y un cafelito, compañera!
desde mi ventana se podía ver el patio de una mi ex que tuve. teníamos en aquel entonces una edad que debía de ser de 18 años. qué guapa era la condenada. bien, uno era celoso ya con esa edad. pero nunca lo demostraba. el caso es que una noche, ya de vuelta en casa ambos, se encendió la luz del patio de mi ex...el caso es que pude ver cómo besaba a alguien adentro: yo sólo veía sombras...
ResponderEliminaral día siguiente, se lo eché en cara...y ella me mandó a la mierda por que resulta que estaba besando una foto mía que había pegado en la pared...
medio beso.
El investigador en ocasiones corre el peligro de convertirse en parte de la investigación. Eso es lo que le pasó a este pobre detective. Que mala manera de averiguar que poseía una hermosa cornamenta.
ResponderEliminarBuen relato
Un abrazo
Cristina paso ahora a decirte que tengo un regalito para vos en mi blog, más tarde pasaré a deleitarme con tu relato.
ResponderEliminarPasate por mi blog.
Un besote.
Muy bueno Cristina, este detective recobró duramente la memoria. Apetecia leer y leer hasta conocer el desenlace.
ResponderEliminarUn abrazo.
A este detective se le volvio de repente la rutina en pesadumbre. A veces, tenemos la verdad tan cerca, que nos tapa el sol con un solo dedo.
ResponderEliminarUn besazo
Ay, ¡NO!.
ResponderEliminarPobre. Buscando un lado positivo, descubrió la infidelidad de su mujer y le pagaron por ello.
Con algo de amargura, porque tu detective me cae bien, te mando un beso.
Quedo esperando que nos propones para el jueves, me encanta pasarte el relevo.
Dicen que el que busca encuentra, bueno en este caso fue así.
ResponderEliminarHistoria atrapante hasta el final
Un abrazo.
Hemos coincidió en el tema de nuestros relatos Cristina, aunque con diferente desenlace. Yo quise darle una chispa de humos dentro de lo tortuoso que es el tema.
ResponderEliminarBesitos
Me gustó ese final que le diste Cristin, el tiempo se detuvo, lo de la lágrima y ese remate de recordar quién le había hablado del banquero, como algo que viene a la mente despues de que uno lo habia estado tratando de recordar, no hacia falta decirlo, ya está todo dicho. muy bueno!!
ResponderEliminarAbrazo