Macarena se había
acostumbrado a vivir con una gran duda: ¿quiénes eran sus padres biológicos? Desde
que se enteró de que era adoptada, no podía evitar sentir curiosidad por conocer a la mujer que
la había llevado en su vientre y saber los motivos por los que la abandonó.
Al cumplir la mayoría de edad, comenzó la búsqueda. Necesitaba
descubrir sus orígenes, cómo acontecieron los hechos para llegar a formar parte
de una familia que consideraba la suya aunque no llevara su misma sangre.
Una tarde, en el autobús, mientras observaba a los pasajeros,
se topó con unos ojos que le resultaron familiares. Notó como éstos se llenaron
de lágrimas y la mujer a la que pertenecían apartó la mirada, dirigiéndola
hacia la ventanilla. Su cara guardaba un enorme parecido con la suya. Una
extraña sensación se apoderó de ella y una pregunta surgió inevitablemente “¿será
mi madre?”.
En los sucesivos días, estuvo atenta a quienes subían y
bajaban del autobús, con el fin de encontrar de nuevo a la inquietante mujer.
Pasaron semanas hasta que aquella tarde la vio y se armó de valor para sentarse
a su lado. Las dos se miraron durante minutos sin mediar palabra hasta que
llegó la parada en la que se separaban. Antes de que la señora bajara del
vehículo, susurró unas palabras a Macarena: “Necesito hablar contigo, nos vemos
mañana a las ocho en esta parada”.
No pudo dormir en toda la noche, pensado qué querría decirle
aquella mujer, ¿sería su madre? De no ser así, ¿qué quería de ella? ¿Le
ayudaría a resolver sus dudas?
Al día siguiente, ambas llegaron puntuales a la cita. La
joven escuchó atenta a su interlocutora. Al parecer, se había quedado embarazada
cuando tenía quince años de un hombre de treinta que rechazó ayudarla al
conocer la noticia, desapareciendo de su vida en ese mismo instante. Sus padres
la echaron de casa y sola, sin preparación ni estudios, viajó a Madrid en busca
de un futuro para ella y su retoño. Pronto comprobó que nadie regala nada y que
las dificultades aparecen y se instalan en tu vida sin que haya manera de
echarlas. Su conciencia le impedía abortar. Regresar a casa no era una opción.
¿Qué otra cosa podía hacer?
Esa noche, llamó a un conocido convento de la capital,
dejando a la pequeña en la puerta, mientras se marchaba corriendo, sin dejar de
llorar, pero confiando en que su hija tendría la vida que ella nunca pudo
disfrutar. Fue duro, pero ahora, con la perspectiva del tiempo y comprobando
como habían pasado los años por cada una de ellas, se sentía satisfecha por la
decisión que tomó.
Más historias sobre preguntas y respuestas en el blog de San http://galisan33.blogspot.com.es/
Tiene tu historia ese tinte agridulce e íntimo de estas historias que tienen siempre varios destinos, varios caminos pero que, en ocasiones, la vida se encarga de unir...
ResponderEliminarA veces, hallamos la respuesta a determinadas preguntas, muy trascendentes, donde menos lo esperamos. Tu protagonista la encontró en el autobús.
Toca.
Un beso.
Una pregunta que muchas personas se hacen cuando conocer que son adoptadas. La mayoria de las veces se intenta no responder, pero el hecho de conocer la procedencia, no invalida el amor por esa familia de adopción. Buen texto Cris.
ResponderEliminarUn abrazo y muchas gracias por acompañarme TESORERA.
Bonita historia con los ojos como protagonistas.
ResponderEliminarUn beso Cris tina.
Una decisión muy dura que quizás no fue la mejor, si se lo mira desde el punto de vista de esa hija que sabe que la abandonaron, pese al justificativo que la haya impulsado.
ResponderEliminarUn abrazo
Pienso que hay motivos y motivos..no juzgo a nadie porque cada quien debe pisar esos mismos zapatos para opinar..pero cuando al final ese hijo o hija conocen su procedencia, cierran un ciclo que de quedarse abierto les trae problemas y muchisimas preguntas por contestar....Propio relato para este tema..bss..
ResponderEliminarHay muchos casos como el de esa chica, que nunca llegan a conocer a su verdadera madre.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Cristina!! qué bueno verte por aquí (porque por otros lados, disfrutando a pleno de la vida, como corresponde, siempre te veo!!!)
ResponderEliminarUna duda, una pregunta, muy legítima y creo inevitable
Dura situación la que generan estas historias, que no pueden estar sometidas a juicio.
¿la sangre tira más que el amor?
besos!!
Nunca se sabe que puede haber detrás de un niño abandonado. Las historias de sus padres pueden ser terribles. No se debe juzgar a la gente sin conocerla.
ResponderEliminarUn saludo.
Bonito relato Cristina, preguntas buscando a veces duras respuestas. Un beso
ResponderEliminarBonito relato Cristina, preguntas buscando a veces duras respuestas. Un beso
ResponderEliminarHistoria dura... una legítima pregunta que me ha tocado escuchar en un par de ocasiones... es muy difícil, sino imposible, saber, sentir, en lugar de otro, aunque ese otro sea tu propia sangre... sólo se puede escuchar y probar a comprender las razones, y así tratar de seguir adelante a cómo la vida se planteó.
ResponderEliminarUn beso.
Fue duro que las circuntancias la empujaran a abandonar a su hija. Gran culpa tuvieron sus padres a echarla de su casa, sabiendo que tenía pocos recursos para desenvolverse. Eso sí que es motivo para odiarlos.
ResponderEliminarBien planteado los de las preguntas y respuestas.
Muchas veces, se nos meten ciertas dudas y cuestionamientos tan a fondo... Esa necesidad por saber se hace incontrolable. En tu historia, las respuestas se cruzaron en su camino sin planearlo. El destino quiso que la verdad se encendiera, para bien de ambas. Conmovedor relato.
ResponderEliminarBesos!!
Gaby*
Un apesadumbrado relato. Una pregunta y respuesta que es tan de la vida real. Me encanto la forma que lo moldeaste.
ResponderEliminarSaluditos
Me ha gustado mucho, además es un tema muy de actualidad. Muy bueno.
ResponderEliminarMil besos.
Me ha gustado mucho, además es un tema muy de actualidad. Muy bueno.
ResponderEliminarMil besos.
Pienso que es mucho más fuerte la fuerza del amor que la de la sangre. Es lógica esa preocupación por conocer su origen y poner rostro y voz a aquella que se desprendió de ella, pero creo que el amor a sus padres adoptivos siempre será más fuerte.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Cristina. Celebro leerte en este entorno juevero que sabe de tu prolongada ausencia.