lunes, 31 de agosto de 2015

A ti, anti taurino




Me gustan los toros, si, ¿algún problema? Estoy harta de la gente que trata de asesinos a los toreros, que considera la fiesta nacional un acto violento y, lo que es peor, que quiere erradicar una de las costumbres más españolas que tenemos en este país.

Comprendo que una corrida de toros es algo que no puede gustar a todo el mundo pero, digo yo, si tanto se nos llena la boca con las palabras democracia y libertad, ¿por qué no dejar que a quien le gusten vaya y a quien no, no, en lugar de prohibir las corridas de toros?

Siento vergüenza ajena cuando veo a mujeres semidesnudas protestando con lemas anti taurinos y en contra del maltrato animal. ¿Esa es la mejor manera que tienen de expresar su opinión? Por no hablar de los espontáneos que saltaron hace poco a una plaza en plena corrida.

Me parece un sin sentido que muchas de esas personas que defienden la vida del toro y protestan por su muerte, estén a favor del aborto. ¿A caso es más importante un animal que una persona? ¿Un ser humano inocente al que se le quiere negar el derecho a nacer?

Hace poco, me enteré de que un anciano de más de setenta años que iba a los toros en la feria de Baeza, fue tirado al suelo por uno de esos manifestantes contrarios a la fiesta. ¿Qué había hecho esa persona, aparte de querer disfrutar de un espectáculo para el cual había pagado su entrada? Me parece bochornoso. Al parecer, el hombre se levantó del sueño, casi llorando, sin comprender los motivos de semejante agresión.

No me parece justo que en la Plaza de Toros de Barcelona ya no haya corridas, al igual que sucede en Canarias desde hace años. Tengo familiares que viven allí y cuando viajan a la península muestran interés por saber en que pueblo hay fiestas para disfrutar del arte del toreo (algo que no pueden hacer en su tierra) ¿Y qué pasa con quienes no tienen posibilidad de acudir a la plaza? ¿Por qué se les quiere negar la opción de ver las retrasmisiones por televisión? 

A los políticos que tanto se preocupan por intentar acabar con la fiesta nacional les pregunto ¿no tienen otros asuntos más importantes de los que ocuparse? ¿en serio el suprimir los espectáculos taurinos en los pueblos, ciudades o comunidades autónomas en las que gobiernan es una de sus prioridades?

Por cierto, y para terminar, no sé si tú, anti taurino, eres consciente de que no solo los toreros, esos a los que tildas de asesinos, viven de los toros, sino que hay muchas personas cuyos trabajos giran en torno a la fiesta, desde los ganaderos, hasta los taquilleros de las plazas.

Solo pido respeto a los aficionados taurinos y que se nos siga permitiendo acudir a la plaza, sin miedo y con la cabeza bien alta, para disfrutar de una afición que tienen muchas más personas de las que se puede llegar a pensar.

jueves, 27 de agosto de 2015

Entre las olas

 


La playa estaba tranquila aquella tarde. El verano llegaba a su fin y quedaban pocos turistas en la zona. Luis observaba el ir y venir de las olas, eran pequeñas, como a él le gustaban. A veces, las plasmaba en el papel. Siempre le atrajo la pintura. Nada le relajaba más que sentarse sobre la arena, escuchar el ruido de las gaviotas y meditar sobre lo afortunado que se sentía. 

            El sol comenzaba a caer, la imagen era tan bella, que sacó su libreta y el lápiz de grafito para inmortalizarla. Nada podía interrumpir ese agradable momento. El dibujo iba tomando forma. Se sentía muy inspirado, tanto, que no podía dejar de pintar. Un trazo por aquí, otro por allá… Las olas seguían tranquilas, al igual que su mente. Era como si bailaran, acompasadas, al ritmo de una suave melodía.

De repente, algo llamó su atención. A lo lejos se intuía el cuerpo de un bebé, pensó que era imposible, su imaginación debía estar jugándole una mala pasada. Cerró los ojos y los volvió a abrir, comprobando que no se trataba de un espejismo ni nada por el estilo.

Se lanzó al mar con la intención de salvarlo, pero las piernas no le respondían, si no reaccionaba a tiempo, el pequeño moriría ahogado. Aquello no le podía estar pasando a él, tenía que ser una pesadilla. El cuerpo era mecido por las olas ante su mirada de desesperación cuando escuchó: “¡Papá, ahí está la muñeca, cógemela por favor!” Respiró aliviado, pero incapaz de seguir con su dibujo. Tendré que ir al oculista, pensó.  

viernes, 14 de agosto de 2015

Novela de amor





Con la caída del sol, el parque se convertía en el mejor refugio para la juventud del pueblo. Sus bancos eran testigos de numerosos besos. Algunos robados, otros buscados con insistencia. Los que sellaban el comienzo de una pareja y los que despedían otra de varias semanas. Los había lentos, fugaces, apasionados, románticos… pero todos vividos con la intensidad que otorgan los primeros acercamientos a ese sentimiento llamado amor.

            Almudena frecuentaba poco aquel lugar. Y no porque no tuviera amigas, sino debido a su delicada salud. Motivo por el que, mientras sus compañeras de clase coqueteaban con chicos, ella leía novelas románticas que soñaba protagonizar algún día.
  
            Con el paso de los años, Almudena vio como sus mejores amigas disfrutaban de unos noviazgos, que culminaban con preciosas bodas para orgullo de los felices padres. Eran tiempos en los que la mujer tenía como objetivo principal conseguir un buen marido si no quería pasar la vergüenza que suponía quedarse solterona o, como diría su abuela, para vestir santos. 

            A esas alturas, su madre había perdido la esperanza de que se casara, cosa que a ella, sin embargo, no la inquietaba en absoluto. Nunca se obsesionó con el tema y tampoco veía una desgracia el hecho de no tener novio a su edad. 

            Un día, el panadero pidió permiso a los padres de la joven para tener una cita con ella. Almudena aceptó a regañadientes. Después de aquel encuentro se sucedieron más, hasta que la pareja confirmó el noviazgo y anunció una inminente boda. La noticia llenó de alegría la casa, tanto, que Arturo, el padre, prometió invertir sus ahorros en que la pareja pudiera tener el viaje de novios más anhelado: conocer París, la ciudad del amor. 

            Fueron días de dicha, en los que Luis y Almudena consolidaban su relación pensando en un futuro juntos. A su regreso, se acostumbraron pronto a la rutina de la convivencia. Todo iba bien hasta que la inocente joven desveló a su esposo el secreto de su infertilidad, fruto de los problemas de salud de antaño. Fue ahí cuando todo se truncó y comprobó que las historias de amor no son cómo las pitan en las novela.

jueves, 6 de agosto de 2015

Este jueves, un relato: "Relatos del frío"





Su mente, nublada desde hace tiempo, se negaba a recordar siempre en los momentos más inoportunos, cómo éste. Anochecía y el frío le calaba tan hondo, que le impedía moverse. Se mantuvo acurrucada en el suelo, con los brazos rodeando las rodillas. Una lágrima resbaló por su cara cuando se dio cuenta de que tendría que pasar allí la noche. Miró a su alrededor, tratando de buscar algún punto de referencia que la guiara hasta su casa, pero le resultó imposible. Tan solo divisaba árboles y vegetación. Era como si el bosque la hubiera engullido y no quisiera devolverla a la ciudad.
            El sueño no tardó en llegar. Tumbada en posición fetal, trató de dormirse sin éxito. El ruido del viento moviendo de un lado a otro las hojas secas, y las cosquillas de algunos insectos, se lo impedía. Supo que la noche iba a ser larga.
            Invirtió el tiempo en pensar, tratando de recordar cómo se las había apañado para llegar hasta aquel sitio. Lo último que su malherida mente lograba descifrar, es que esa tarde iba a la peluquería, pero nada más. Maldijo su falta de memoria y lloró hasta que sintió que sus ojos no podían segregar más lágrimas.
            El frío cada vez era más intenso, sentía la escarcha bajo su cuerpo, la ropa es había impregnado de humedad y tiritaba. ¿Quién la iba a rescatar de aquella pesadilla que estaba viviendo?
            Despertó en una habitación de hospital, rodeada de tubos por todos lados y observada por los ojos de un médico y varias enfermeras. ¿Qué hacía allí? ¿Qué le había pasado? Una vez más, intentó recordar. Aquella tarde iba a la peluquería…
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